miércoles, 31 de diciembre de 2008

The End


2008 expira. Hoy es la última noche. El The end anual. Una noche que finiquita el año. Una noche de olores. Huele a atascos en las aceras, coches en doble fila y Varón Dandy. Saca los trapos de pingüino del armario, porque hoy no es carnaval, pero todo el mundo se disfraza. Los hombres de pingüino, las mujeres de María Jiménez. Prepara el anillo, el mechero para quemar deseos y la lencería roja. Sobre todo la lencería roja. Yo aún no la he comprado. Y debería. Y es que tanto los concesionarios de coche como las personas aprovechamos Diciembre para intentar cumplir los objetivos. Unos en ventas, los otros en follesca. La última noche tiene esencia a lujuria. Lujuria que se manifiesta hasta en el color de las braguitas. Mientras te comes las uvas haces balance de lo bueno y lo malo. Balance mental del bagaje de folleteo del último año. En mi caso ha salido en número rojos. Rojos como esas braguitas de las que hablaba. Es decir, que no solo no he follado, sino que además debo polvos. Olor a lascivia. Pero cuidado. No solo penséis en hacerle muescas al revolver, porque ya huelo a Ramontxu y su capa y en 0,2 estará explicando como suenan los cuartos, y cuando quieras darte cuenta tendrás la boca llena de zumo de uva con tropezones y alguno de tus familiares torpones pondrá un nuevo gotelé en la pared. El 2008 se acaba.
Pero tranquilo, que el 2009 ya está ahí, y tendrás oportunidad de empezarlo con buena voluntad, y de hacer listas con firmes y fugaces propósitos, y de darle tu dinero al tipo del gimnasio otra vez. Pero todo esto da igual, porque una año más sigues siendo una hiena. Pero para eso sirve cambiar de año ¿No?

domingo, 28 de diciembre de 2008

Anoche me desperté atrapado en un poema.


Anoche me desperté atrapado en un poema.
Un poema de versos sueltos que formaban un campo de sueños oscuros como la noche, y donde solo resplandecían dos estrellas grandes como los ojos de Aixa y una luna menguante que el suave viento mece mientras su imagen es reflejada en un arroyo de agua que no suena. Allí estaba yo: En medio de la oscuridad, sin sonidos, sin gentes, al lado de un arroyo que refleja la luna. Solo los lirios y yo, ambos perdidos, angustiados, y helados.
Mas tarde supe que estaba en la Huerta de San Vicente, pero en ese momento yo no lo sabía. Solo sabía que no sabía donde estaba pero que había una fragancia en el aire que me resultaba familiar. Quizás era porque se trataba de un lugar que hacía tiempo que no visitaba y por eso no recordaba. Adelante, en medio de las hileras de lirios, me atreví a distinguir lo que parecía una vieja barraca a la que me acerqué. Maderas raídas flanqueada por piedras inertes, y por cuya madera resbalaban unas gotas que mi vista no adivinaba si eran lágrimas o sudor. Cuando quise tocarlas comprendí que se trataban de lágrimas, pero lágrimas que no estaban en la madera, sino que manaban de mis ojos. Me agaché para coger una hoja con la que secarme, cuando de pronto la barraca se convirtió en un fogonazo, rojo como las pepitas de una granada, con llamas que comenzaban a acariciar su madera como un amante novel, hasta que la ternura se convirtió en furia y las llamas crecieron tanto que se convirtieron en una aurora roja que atravesaba el cielo. Poco a poco las maderas y las ruedas son sustituidas por cenizas, desapareciendo las llamas y quedando de nuevo la luna y las dos estrellas como única luz. El suave viento comenzaba a levantarse, bajando desde la Sierra y trayendo recuerdos del Veleta camuflados como una colección de suspiros que corretean por el valle y elevan las cenizas, arremolinándolas como una nana. Pero esa nana desaparece y dejan paso a verdugos que salen de entre la oscuridad. Verdugos fríos que rezuman odio desde sus hachas de acero desnudo. Hombres con hachas que hacen las veces de juez, jurado y verdugo y que me castigan. Me castigan con el exilio, mandándome lejos de ese campo de lírios, alejándome de los ojos de Aixa.
Desesperado, ruego clemencia. “Por favor, tengan piedad. Córtenme los miembros, sáquenme los ojos, pero por favor no me separen de esta tierra porque por lejos que me lleven aquí se queda mi alma”
Y desperté. El sonido ronco del despertador me levantó. El sueño se terminó. Pero el castigo de los verdugos seguía siendo real.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Muñequita


Una muñequita. Eso es ella. Vestidita de azul. Recortada en un borde de la cama. Como una estampa. Mejor que una postal. El camisón se escurre de su hombro. Es de seda. ¿Su piel o el camisón? Azul como sus ojos. O así creo que eran. Los tiene cerrados. Cerrados y rodeados. Por pestañas infinitas. Largas hasta cansar. Confundidas con la oscuridad. Un tema de Vangelis. Azul como eran sus zapatos. O así me lo parecieron. Se los quité. En la esquina están. Se esconden. Asustados. Confundidos. De mi muñequita. Bocados. Le he dado bocados. En los tobillos. En el cuello. Sabe a frambuesa. Tan de carne y hueso. Tan de mentira. Mi nueva Barbie. Afición tardía por las muñecas. Me encanta jugar con ella. La adoro.Tan delicada. Tan pequeñita. Una monada.
Ay…(suspiro) Siempre se me olvida que cuando te quieren no hay que dejarles dinero en la mesita.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El exquisito matutino



El despertador. The alarm clock. Le reveil, que dicen los franceses. Tres nombres para la misma mierda. Un sustantivo maldito. El eslabón perdido de la involución. Dichoso aparato que cada mañana me recuerda lo miserable que es mi vida e invento demoníaco que me devuelve al anonimato de mi existencia. Ojalá pudiera suprimirlo de la humanidad por arte de birlibirloque, con un golpe de varita mágica o pronunciando unas manidas palabras mágicas, haciéndolo desaparecer como si jamás se hubiera inventado, como si nunca hubiera existido. Estoy convencido que seriamos mejores personas. Seguramente Hitler hubiera amado a los judíos y no existirían las hipotecas. Y es que su amargo sonido me recuerda todas las mañanas que estoy rodeado de seres inútiles y que nunca podré ser estrella de rock. Como lo odio. Cada mañana me hace abandonar mi retiro nocturno a mundos lisérgicos donde me redimo de mis pecados diurnos. Lo admito, vivo mejor en mi realidad distorsionada. Morfeo si que es un buen camello.
Pero a las 7:15 a.m. ese mundo desaparece. Desaparece como debía haberlo hecho el despertador, que permite que el primer rayo del alba se cuele por mi ventana. ¡Lo maldigo! Y es que una vez asumida la situación no queda más remedio que abandonar el lecho y hacer frente al castigo impuesto. Pero la tortura no ha hecho más que comenzar, pues todavía queda llegar al inodoro. Porque el mundo de los sueños es muy bonito pero no intentes evacuar. Y sentado en el borde de la cama lo ves. Ese trozo de gélido pasillo que separa el dormitorio del baño y que se torna infinito. Parece infranqueable y está custodiado por un perverso aire matutino que solidifica mi aliento y me convierte en mujer. Hago un cónclave conmigo mismo para dilucidar el método idóneo para atravesar el pasillo. La elección es la misma de todas las mañanas: Sprint matutino.
Alcanzo el objetivo. Como un pato estrábico. Aún más malhumorado, aún más hastiado.

Y lo peor, es que cuando llego al baño ese cabrón con barba del espejo se ríe de mi desgracia, como todas las mañanas.

martes, 18 de noviembre de 2008

Los sabios consejos de tito Caronte vol.I


Que no se te ocurra.
Jamás lo hagas.
Nunca.
Y repito, nunca...

...te tires un pedo mientras te practican el sexo oral.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Mi bar



Existe un privilegio universal obviado por los gobiernos de las naciones que no es recogido ni por la constitución, ni por la carta de las naciones unidas, ni por amnistía internacional. Se trata del derecho inalienable a elegir y tener un bar de cabecera. Todos lo granaínos tenemos uno. Todo el mundo debería tener uno. Un bar de Moe particular, un lugar donde ir si todos los planes te fallan, un vórtice hexagonal para viajar en el tiempo donde las horas transcurran como minutos y se encuentre una mirada caleidoscópica de la vida. En definitiva, un sitio donde mandar al cuerno la charada de lo cotidiano. En la historia real cuando Superman se deprimía no huía a la fortaleza de la soledad, sino que bajaba al bar de la esquina. En mi caso en concreto se trataba de un antro que se me recordaba a la cantina de Mos Eisley. Era un cubil oscuro escondido en calle Elvira por el que desfilábamos todo tipo de criaturas extravagantes de pituitarias sensibles. Piara de desconocidos que formábamos una gran familia de 11 a 3. Entra sus paredes se reunía un bestiario particular en invierno y verano en que cabía todo, desde el mercenario que se vende al mejor postor (o mejor birra) hasta el morador de las arenas que vivía acechando hasta que apareciese alguna fémina y ¡Zas! atacarle la oreja sin compasión.
El garito no era distinguido, ni destacaba por su elegancia, y mucho menos por la galería de exuberantes hembras que lo visitaban, pero significaba un noctámbulo reducto de fraternidad entre alumbrados. Aunque se tratara de la más fría noche invernal allí siempre encontrabas el calor de una caña servida por un licenciado en la psicología de detrás de la barra y escoltada por un buen tema de los Radiohead, los Cure o que se yo. Noches que a la mañana siguiente recordabas de color carmín añejo y olor a levadura.
Un buen zumo de cebada, una absurda conversación, un exquisito hilo musical y una colección de perturbadas conclusiones no tienen precio. O si, un euro y 50 céntimos.
Y es por eso que os aliento a que os reveléis, a que reivindiquéis este derecho, a que se os conmueva el alma y os manifestéis. Gritad conmigo “¡Queremos un bar de cabecera! ¡Necesitamos un bar de cabecera!”

martes, 28 de octubre de 2008

Verdades como puños


- la gente se baja cosas del emule para no tener que pagarlas
- follar a pelo mola;y los coños rapados más.Y si juntas las 2 cosas ni te cuento
- a todos nos encanta sacarnos los mocos.Es más, nos enorgullecemos de su tamaño
- todo hombre tiene su coleccíon de porno, en uno o más formatos
- aquello de "lo siento, no escuché tu llamada" se traduce como "lo siento, pero no tenía ganas de hablar contigo"
- internet se usa para bajar cosas, leer el marca y ver porno
- nos gusta el olor de nuestros pedos
- los hombres somos simples
- las mujeres son retorcidas
- cuando decimos "es muy simpática" en realidad queremos decir:"es fea como un Critter"
- el Quijote será una obra maestra, pero es un verdadero coñazo
- los documentales de la 2 solo sirven para echar la siesta. A quien coño le importa la vida de los lemures
- el tamaño importa. Caballo grande ande o no ande
- "yo solo me fijo en el interior". Claro, del sujetador
- todos son muy socialistas, pero que no me quiten mi dvd, mi tele de plasma y mi home cinema
- se disfruta más contándoselo a los amigos que haciendo
- si no pillamos mas borracheras es por la resaca de después
- "No me importa quedarme calvo". Los cojones
- los hombres pensamos que los metrosexuales son gays que disimulan
- la mayoria aspiramos a que nos toque la lotería, vivir del cuento o que nos den la baja laboral
- a los hombres también nos gusta criticar. En vez de decir que vamos a tomar té decimos que vamos a jugar al Pro
- este post es arrogante y petulante, pero lo peor de todo es que me la suda

sábado, 18 de octubre de 2008

Norman Bates se sentaba en la fila 1


Anoche tuve un sueño chungo. Un sueño de esos expresionistas, llenos de metáforas y simbologías, que no hay manera de entender. Una cadena de unos, ceros y Gordon Gekko desfilando con la cabra de la legión por la cubierta del Poseidón con acompañamientos de Pierre Henry. Imágenes que combinan poesía y belleza, pero que no acompañan ningún sentido, tan solo el de una posible patología mental latente. Anoche mi cerebro se volvió a rebelar y comenzó a procesar galimatías al azar. Y eso que esta vez me acosté sobrio.
Dándole vueltas a la cabeza, y buscando un hecho que desencadenara ese cúmulo de majaderías, he llegado a la conclusión de que el sueño debió de ser a causa de que anoche estuve en el cine. Y además en uno normal, que desde que me puse la ADSL dejé de frecuentar los porno. Y es que aunque no lo parezca odio ir al cine. Lo odio, casi tanto como la tortilla de espinacas. Siempre que se me olvida mi aversión fílmica y voy a un multisalas me acabo levantando de la butaca enfadado con el mundo, lanzando improperios y teniendo que ser sujetado por el personal de seguridad. Soy un cinéfago empedernido que desayuna con diamantes en una taza con la forma de la cabeza de Franz Capra, pero que no soporta las salas de cine. Es una de mis excentricidades más aclamadas por mi público. Mis visitas al cine se podían catalogar como “cadenas de odio”, porque irremediablemente comienzo a odiar todo y a todos. Es superior a mí, pero la oscuridad de las multisalas desata mis más bajos instintos.
Odio a los culo inquieto, que no paran de revolverse en la butaca, incómodos en cualquier posición, como si hordas de lombrices sin domesticar colonizaran sus anos, y que acaban dándote una patadita en la parte baja de la espalda, soliviantándote como a un Wookie que pierde una partida del holojuego Dejarik.
Odio a los que confunden una sala de cine con un camping, que acuden a ver una película con todo tipo de viandas, como en los cumpleaños.
Odio a los malditos niños, que hartos de la cháchara existencialista de Batman no hacen más que pedirle al padre el Power Ranger, o muñeco de moda de turno que tengan los crios actualmente, olvidado en casa. Aunque sostengo que en este caso la culpa no es de los padres, sino de Herodes, por incompetente.
Odio a los que van a ver una película y no se informan mínimamente sobre ella. Claro, luego llegan las desesperaciones y aburrimientos, y con ellos los resoplidos y el hastío, y con el los comentarios improcedentes, y así en una larga cadena de incordio al prójimo.
Odio a los aprendices de brujo, que tratan de adivinar en voz alta lo que pasará en la siguiente escena. Gracias de corazón al que adivinó que Bruce Willis estaba muerto.
Y sobre todo, y por encima de todas las cosas, odio a los que alteran el orden natural de los procesos fílmicos. En la entrada del cine deberían repartir panfletos en los que se explicara que primero se ve la película y luego se comenta, no al revés ni a la vez. El cine fue concebido así y no creo que los hermanos Lumière tuvieran en mente otra manera.
Y así podría seguir ad infinitum, con esta diatriba de rencor, cargando contra público, acomodadores y hasta contra Oliver Stone.
Mi pareja me achaca que soy demasiado quisquilloso, y me espeta que con tan mal humor e inquina no llegaré alto, no destacaré en nada. Pero me da igual lo que diga, yo tengo un podium en casa y soy el primero cada vez que me da la gana.

lunes, 6 de octubre de 2008

Palabra de Constantino


Maldito Constantino Romero. Que sabio es el jodio. Que visionario. Cuanta razón tenía cuando llamó a aquel programa dominical El tiempo es oro. Yo estoy convencido de que ese nombre no se lo puso por casualidad, sino que intentaba abrirnos los ojos a los mundanos telespectadores. Un hombre que luce un bigote con esa elegancia no puede dejar ese tipo de cosas al azar. Y es que el maldito tenía razón. El tiempo es un bien inmaterial que se escurre de entre las manos como la arena, sin poder sujetarlo, como el mercurio de un termómetro roto. Por mucho que nos empeñemos en intentar agarrar las bolas estas se deshará en cientos de miles de bolitas microscópicas, que como por arte de magia desaparecen hasta su dimensión favorita. Ya podemos aburrirnos de desear que las cosas no cambien, que es imposible parar el reloj. Avanza, y el bar que tanto nos gusta acabará cerrando, y el colega con el nos pegamos las juergas se terminará casando. Puedes querer ser como Bill Murray, pero solo eres un pringado que escucha a Charles Mingus mientras desea bobadas frente al word. Y rabia me da no haberme dado cuenta hasta ahora. ¡Cómo no le hice caso a un tipo que le presta la voz a Darth Vader y Terminador…! La verdad es que ya hace tiempo que me percaté de este asunto, pero siempre he sido un tipo de digestiones lentas. Y claro, como no podemos detener el lapso temporal que queremos ni detener la supuesta maduración pues no te queda más remedio que claudicar y buscar pareja y formar familia y todas esas zarandajas ¡Joder! ¡Con lo feliz que soy yo con mi Playstation, mis borracheras sucias y mi pijama de franela con agujeros! El efecto dominó se desencadena, y las fichas van cayendo por su propio peso. Una tras otras, una tras otra… Y la gente empieza a mirarte mal por ser un soltero con camisetas de spiderman. En determinados círculos no comprenden que el sexo con otras ya no me divierta. A mi mano no tengo que invitarla a cenar para tener sexo. Si Constantino supiera que la última chica con la me acosté calzaba la mesita de noche con un ejemplar del diario de Ana Frank seguro que irrumpía con su mágnum 44 gritando “Venga, alégrame el día”.
Quizás esta negación ante el compromiso se deba a que mis relaciones han sido un completo fracaso. De hecho habitualmente tengo pesadillas recurrentes con mis exnovias saliendo unas de dentro de otras como esperpénticas matriuskas.
Cada día estoy más convencido de que vivimos en un universo solitario, inhóspito, miserable y desagradecido, pero que le vamos a hacer, siempre nos quedaran Sgt. Pepper.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Mas colecciones y menos Prozac


Septiembre se caracteriza por la llegada del otoño. Un estío que se despide hasta el año próximo, cambiando la arena del bañador por las alopécicos árboles del parque, que dejan sus hojas en el suelo formando un manto ocre que cruje al paso. En Septiembre las mangas largas salen del armario impregnadas de olor a naftalina, comienza el colegio para pena de los niños y alegría de los padres, se acaban las vacaciones con un tenue moreno que se desdibuja, pedir un tinto de verano deja de tener sentido y Woody Allen estrena una nueva película. Septiembre se caracteriza por todo eso. Y por los coleccionables de los kioscos.
En el noveno mes los kioscos adquieren una nueva estampa de cartones y fascículos, adornando sus portadas con todo tipo de variopintas colecciones que se amontonan en las estanterías, laterales y faldas, exhibiendo llamativas promociones y exuberantes números uno. Un surtido de números uno espectacularmente presentados que hacen irresistible su compra, tentando los más bajos instintos consumistas. Yo seria un verdadero coleccionista de números uno. Si encontrase la lámpara de Aladino mi primer deseo sería una casa gigante. Pero gigante no del gigante verde, sino de la mansión del Tío Gilito. Una casa donde pudiera tener habilitada una habitación inmensa llena de números uno: figuritas, libros, dvds, orzas, mini teteras, abanicos, la rueda delantera izquierda del coche de Fernando Alonso… Pero solo el uno. Siempre me he preguntado si las editoriales publican fascículos más allá del número 4. Un amigo dice que un primo del colega del sobrino del pescadero del portero de su novia terminó una colección ¿Leyenda urbana? En mi vida hubo varios conatos de intento de realización de coleccionables, pero entre tener que recorrer media ciudad para poder encontrar la dichosa figurita de plomo del soldado libanés y que sin la maldita rueda de en medio el tanque Panzer no anda todas las colecciones se han ido quedando a medias, como prácticamente la mayoría de empresas emprendidas en mi vida. Y así, entre rosarios, abanicos y muñequitos de Marvel llega el mes de Octubre, y sin darte cuenta has olvidado los chiringuitos y los bikinis, y retomas la rutina pertinente de cafés en el trabajo, las lecturas de soslayo y el gusto por la ropa interior compartido con Chicho Terremoto.

Donde esté un dispare de números uno inservibles que se quite la fluoxetina

domingo, 14 de septiembre de 2008

Que bien se está en casa


Tengo que confesar que desde bien pequeño he tenido una filia especial y casi enfermiza por los zapatos de mujer. Planos, de aguja, abiertos, de charol, rojos, negros…de todas clases y colores, pero mis favoritos sin duda han sido los de Judy Garland. Al siempre erótico color rojo hay que sumarle la encantadora magia negra que estos poseían, que permitían al que los calzase viajar en el espacio y en el tiempo, como si de una psicodélica combinación de barbitúricos se tratase, pero mucho más sano, por supuesto. Si yo hubiera tenido unos zapatos como esos también hubiera tenido la suerte de recorrer con suela errante el camino de baldosas amarillas, conociendo inverosímiles personajes como El espantapájaros sin cerebro o El hombre de lata sin corazón. Pero muy a mi pesar nunca he tenido unos zapatos semejantes, y lo único que he conocido sin corazón han sido mujeres. Hay quién lo achaca a que como el espantapájaros no tengo cerebro, pero tengo la seguridad de que todo se debe a la mala suerte, la mala suerte no haber tenido esos malditos zapatos. Nunca he sido un hombre ambicioso, y lo único que anhelo es alguien que pague mi alquiler. Pero tengo la certeza que sin los zapatos rojos no la encontraré, así que a partir de ahora mi única pretensión será acostarme con una famosa. Hasta ahora lo más cerca que he estado fue aquella vez que me acosté con una muchacha que se parecía a la hermana mayor de la tribu de los Brady, pero a la de la versión cinematográfica, no la serie de los 60. Lo de aquella chica fue gracioso. Nos conocimos una tarde de verano en la sala de espera de mi dentista, uno de los sitios más románticos que he visitado, mientras esperaba para una limpieza dental. Como la sesión se demoraba nos pusimos a charlar y enseguida congeniamos, por lo que decidimos continuar con la retahíla de embustes con un refresco al salir. Ya en el bar reímos durante un par de horas, hasta que la combinación de ternura y destilados hizo que juntáremos nuestros labios con la seguridad de que sería de forma vitalicia. Como en este país está mal visto hacer el amor en público resolvimos ir a mi piso para poder dar rienda suelta al exceso de feromonas que nos rodeaban. En el taxi de camino a mi casa tuvimos nuestra primera pelea. Visceral, cortante, estúpida, pero con una emotiva reconciliación. Fornicamos infinitas veces, cada una de ellas más indolente y con menos pasión que la anterior, hasta que ante mi insistencia para un último bis me espetó que le dolía la cabeza y me dio la nalga. A la mañana siguiente había desaparecido. Se llevó consigo mi dinero, mi televisión y mi foto dedicada de Fabio Mcnamara. Lo único que me dejó fue la habitación inundada de su perfume de coco y un profundo vació interior. Para mí acabó siendo una relación como otra cualquiera, pero condensada en 17 horas. Cuando le conté el episodio a mis amigos se entristecieron por mi, por ser tan pringado y por mi mala estampa, pero no entiendo por qué, si a mi lo único que me quita el sueño es entender lo que dice el cantante de “Los Planetas”…

sábado, 6 de septiembre de 2008

En tus zapatos


Todos hemos tenido alguna de esas noches de sábado. Noches de vagabundeo errático taciturno. Noches de paseos en la nocturnidad en las que en lugar de lucir nuestra juventud en la barra de un bar nos escudriñamos en la vaga soledad de la clausura del hogar, quemándonos las pestañas delante de la pantalla del ordenador, apáticos en la medianoche repasando tiempos pasados y desventuras añejas. Son las noches para nostálgicos. En esas noches ese estúpido sentimiento melancólico se atenaza en el espacio subarácnoideo a traición, desatando recuerdos que brotan en cascada pasando por nuestras retinas a la vez que esbozamos una media sonrisa tonta, y así, casi sin querer, trasteas en el ordenador, y es cuando llegas a esa maldita carpeta en la que está archivada por riguroso orden cronológico la colección de una vida en fotografías. Momentos grabados de cumpleaños, novias, borracheras, que conviven en una carpeta de Windows junto al porno y las descargas ilegales, llenas de telarañas digitales que sustituyen a los gordos albumnes de fotos que antaño coleccionaban polvo en las estanterías. Y cuando con tu mano insensata guiada por el fantasma burlón del recuerdo pulsas el botón derecho del ratón estás perdido. Ahora ya si es inevitable hacer un sentido repaso de los momentos pasados plasmados en las 2 dimensiones de la pantalla LCD, aderezando cada retrato con suspiros fuera de tono. Suspiros por esos veranos de ayer, suspiros por esas juergas estudiantiles. Se plantean las preguntas ¿Por qué Karina tenía razón y cualquier tiempo siempre nos parece mejor? ¿Por qué por muy bien que estemos hoy siempre añoramos una época anterior? ¿Por qué somos tan estúpidos y volvemos a repasar esas imágenes si sabemos a ciencia cierta que nos van a deprimir? ¿Por qué ahora estoy más calvo? ¿Por qué tanto por qué? Una serie de incógnitas en la ecuación de ese camino entre 2 puntos que es la puñetera vida, un vago inconformismo inherente a todo ser humano. Pero aunque creamos que los únicos desgraciados somos nosotros todos miramos de esa manera llorona fotografías, incluso los famosos y adinerados. Hasta las estrellas de Hollywood, con su pompa y glamour repasan la antología de sus recuerdos con desdicha e insatisfacción. Seguro que Kim Basinger se ha retrepado en una mecedora de su alcoba más de mil veces con una baraja de fotos en las manos, acordándose de cuando era la joven novia de Batman o la atractiva amante de Michey Rourke. La fortuna le sonreía entonces y ahora se pregunta como ha terminado haciendo de la madre de Eminem.
Pero así es, y mientras permanecemos sedados por el recuerdo el futuro pasa delante de nuestras narices en todo momento, mientras tomas café en la terraza, mientras haces calceta vespertina. Da igual que te escondas debajo de la mesa. Te va a encontrar igual y acabarás sintiendo tan añoso como el rito de separar las piedras de las lentejas.
La vida nos engaña con faroles como en una buena partida de póquer, y transcurre en un suspiro, exhalada a pesar de parecer lenta como una película de Antonioni.

Pero toda regla tiene una excepción y no a todo el mundo le da por las fotos. En una noche tonta de sábado Kubrick se puso a escribir el guión de “2001, odisea en el espacio”

viernes, 22 de agosto de 2008

Amigo Freedy



Yo siempre tuve un ídolo. El único y verdadero. El cantante de los Queen, Fredy Mercury.
Ya desde pequeño era en un autentico fanboy de Fredy y me emociono con el desde mi tiempos en el útero materno. Cuando todavía vivía pegado a una placenta las vibraciones procedentes del enjuto y bigotudo artista llegaban hasta mi desde el exterior a través del ombligo, vibrando por el cordón umbilical y deslizándose hasta mi a través del líquido amniótico que me rodeaba en forma de ondas, y acompañando al sustento materno despertaban en mi un estímulo que hacía que golpease las paredes estomacales al ritmo de la batería de Roger Taylor. No sabía muy bien que era ni de donde venia, pero ya en mi frágil conciencia uterina sabia que ese ruido experimental de la época molaba. Y tanto me molaba que de ahí mi precocidad para hablar. A mi no me interesaban ni legos ni mecanos. Yo solo quería aprender a hablar para poder cantar acompañando a Fredy y entonar sus himnos con mi voz de plañidera. Esta singular admiración no fue nunca comprendida por mi entorno, que no veía con buenos ojos mi fascinación por un tipo que iba en mallas sin ser ciclista y confundían una sincera admiración fraternal con una equivocada pulsión sexual. Este rechazo evidente hacia mis pasiones musicales tuvo gran parte de la culpa de las dificultades vividas durante mi etapa adolescente. Para poder disfrutar de un inocente concierto como el “Live at Wembley” tenia que urdir argucias y engaños, como fingir que me levantaba los viernes por la noche a ver el porno codificado de canal +, cuando en realidad lo que ponía era uno de esos conciertos para insomnes que ponían en La 2 a altas horas de la madrugada grabado en un VHS que astutamente tenía etiquetado con el título de la película “Yo, el halcón”, para así disimular y no generar el rechazo de mis familiares más cercanos. Según los cánones establecidos por el criterio de la sociedad de la época, cuyo marco principal creo que fue establecido en simposio por las vecinas de mi escalera, yo debía admirar a tipos como Emilio Butragueño o Fernando Romay. Otra incongruencia homófoba que nunca entendí, puesto que si era considerado raro admirar a un tipo que cantaba con mallas bajo mi punto de vista era más raro todavía hacer lo propio con un señor en pantalones cortos. Pero a mí en realidad el deporte es que me la sudaba. ¿Qué mérito tenía darle patadas a un balón? Fredy hacía arte. We are de champions, Bohemian Rapsody, La cagaste Bruce Lancaster , y esta no es suya pero debería. Auténticas tonadas legendarias.
Un día crecí, y mi devoción continúo siendo impertérrita al paso de las hojas del almanaque, aumentando exponencialmente a la publicación de nuevos álbums hasta que un fatídico día falleció, dejándonos huérfanos a su legión de fans que aún continuamos alimentándonos del mito con oportunos recopilatorios, conciertos inéditos y ediciones especiales de un mismo disco.

Si, soy un fan. Tan fan que tengo su discografía, su merchandising y soy la primera persona del mundo a la que se le ha realizado con éxito un trasplante de bigote.

domingo, 27 de julio de 2008

Viva el tren de Cartamar


Odio mi trabajo. Es una mierda. Y por eso me he buscado uno nuevo. Ahora soy periodista, y es de lejos el mejor trabajo que he tenido, superando con creces a los de jardinero de Hugh Heffer, piloto del halcón milenario y perito de una compañía aseguradora de piernas de famosas. La verdad es que ser periodista se parece mucho a lo que venia haciendo hasta ahora en mis ratos libres: contar mentiras y publicarlas, con la agradable diferencia de que ahora me pagan por ello y no tengo que estresarme pensando sobre que escribir. Mi editor me lo dice, y yo lo adorno. Un puñado de frases rebuscadas, un uso imaginativo de los adjetivos y sobre todo espectacularidad. Mucha espectacularidad. Cuanto más espectacular sea, más llamará la atención del lector, y al fin de al cabo de eso es de lo que se trata ¿No? Cuando hago de simulacro de escritor me siento un poco impostor. Delante del folio sale el Mr. Hyde que llevo dentro. Durante horas, días o semanas vive agazapado en mi interior, enroscado en algún folículo alimentándose de mis malas acciones inhibidas, esperando que comience el martilleo sobre el teclado para salir del calabozo. Y me reemplaza. Y sin que me de cuenta lo ha hecho y soy otro tipo. Cuando escribo me siento como un “Transformers”, aquella serie de dibujos ochentera protagonizada por un camión que a voluntad se transformaba en un robot gigante amante de los niños humanos (pero ojo, amante en el buen sentido de la palabra). Y no me siento así por el hecho de ser un camión, que no lo soy aunque mi perímetro craneano se aproxime peligrosamente, sino por el hecho de transformarse, de ser otra persona. En aquella añeja serie los objetos eran objeto y robot. Una dualidad cósmico-tecnológica inquietante. A mi los personajes que más me gustaban eran los “Dinobots”, que como su propio nombre indica eran dinosaurios robots. Quizás me gustasen tanto porque ya con 10 años era viejo de espíritu. Era algo así como el Matusalén espiritual del patio del colegio. Yo siempre lo he atribuido a un problema cromosómico, pero mi madre siempre ha defendido que es producto de una mala caída en mis tiempos de cuna. La verdad es que es un poco triste que me teniendo barba y una calva incipiente que se abre paso sigilosamente desde la coronilla la justificación de que me gusten los “Dinobots” sea una caída de antes de ser destetado. Pero es que eran unos bichitos muy monos. Es más, ahora que Michael Bay pretende rodar la segunda parte de la adaptación de la serie de dibujos a la pantalla grande espero que tenga el acierto de incluirlos. Si es así que cuente con el importe de mi entrada. Aunque de cualquier manera pensaba ir a verla. ¿Quién se resiste a ver la belleza amazónica de Megan Fox en 25 x 10? Es tan guapa que se merecería estar en una catedral, aunque muy virgen no creo que sea. La culpa de estos impíos deseos no es mía, es del verano. Durante el invierno poco a poco se va formando un lecho de hormonas en los testículos, que el calor del verano bulle provocando ese enfermizo deseo de apareamiento. Pero lo peor es que por culpa del desquicio de mi cerebelo ya no se si las ganas que tengo de ver “Transformers 2” es a causa de la imponente presencia de la Srta. Fox o son los efectos secundarios a una transfusión directa de sangre procedente de la vena braquial del brazo derecho de Mark Hamill. Las dudas se agazapan frente al brillo de las dos star sistem con jersey de lentejuelas. Un brillo radiante, refulgente. Lumínico como la guitarra de Brian May o el diente del malo de Willy Fog. Willy Fog era otra serie ochentena, pero en este caso de un señor que le daba la vuelta al mundo, ayuda a la gente, gana una apuesta y se enamora ¡Y todo en 80 días! El señor, que era señor y león, usaba todo tipo de inverosímiles medios de transporte: globo, caballo, elefante...¿Por qué no se limitaba a ir en tren? Que raros y recelosos son los ricos…El tren es mi transporte preferido desde siempre. Exótico y romántico. El emblema de la locomoción por antonomasia. Seguro que hasta la misma Muerte usa el tren en su periplo hasta el Hades, porque La Muerte, aunque mucha gente no lo sepa es maniática y detallista. En tren incluso el viaje a ninguna parte se convierte en un desecho de lírica con banda sonora de los Beatles, zumo de manzana incluido ¡Viva el tren de Cartamar!

sábado, 19 de julio de 2008

Microrrelatos Vol.I


Ultimamente me preocupa mi absoluta falta de sentimientos.
Anoche vi "King Kong", y lo único que me perturbaba era saber desde que distancia olería semejante bicho mojado.

domingo, 13 de julio de 2008

Puestos a comparar


Las relaciones son como la película “Cube”.
Si lectores,esa película de terror canadiense en la que una serie de individuos aparecen encerrados en una habitación cúbica sin saber como, y donde para salir deben pasar a nuevas habitaciones que encierran mortales trampas, siendo cada una más peligrosa y tétrica que la inmediatamente anterior. Pues en las relaciones ocurre igual. Uno aparece en ellas sin saber como, sin darse cuenta, así de sopetón, como en el famoso cubo, sin darte tiempo a razonar como ha llegado a ocurrir eso, e intentando asumir porqué te ha tocado a ti. La conmoción del momento vuelve la reflexión tosca e inerte.
Uno se acuesta una noche libre, como la canción de Nino Bravo, creyendo que todo es fornicio y pitanza, y horas después la tragedia ha ocurrido. Se amanece atrapado entre las 4 paredes de la vida en pareja, encadenado al mástil del barco del amor, absorto y con una desorientación de proporciones cúbicas. Por más que uno quiera, esa hombría con la que se entra en el cubo, perdón, en la relación, se va diluyendo poco a poco en una mar de concesiones, y cuando te quieres dar cuenta, además de un catálogo de fluidos, compartes el coche (si ese mismo que no dejas conducir a tu mejor amigo), los absolutamente incompartibles bollitos de la pantera rosa y el rincón para el estacionamiento de tu cepillo de dientes junto al secador del pelo.
Los personajes de la película tenían una vida anodina y aburrida, pero no la echaron de menos hasta estar dentro del cubo. En una relación pasa igual. No echas de menos tu libertad hasta que la pierdes, hasta que la claustrofobia encoge la habitación, hasta que no haces más que corretear entre las cuatro esquinas. Y no sabes como, cuando, ni por qué, pero ha ocurrido, estás dentro. Y no te atreves a recular. Y el problema no es solo ese. El problema es que hagas lo hagas estás condenado. Tanto si intentas salir, como si quieres avanzar, cada puerta es un enigma, y detrás no sabes que te encontrarás. Temes porque sabes que detrás del pomo puede haber una sierra que te corte la cabeza…o algo peor. Quién sabe si detrás de la próxima se esconderá un profesor Moriarty con bata y rulos. Son continuas las trampas de las que con ingenio y pericia te puedes intentar zafar, pero ¡Ay si crees que te puedes tumbar al sol tranquilamente mientras escuchas a los Creedance clearwater revival! Estás perdido si piensas que puedes apontocarte cómodamente en una sala. Tanto en la relación como en la película hay un tiempo prudencial de estancia en el habitáculo que no debes dejar agotar para cambiar de habitación bajo ningún concepto, porque nada bueno puede pasar si no avanzas. Si te confías y relajas un ente ectoplásmico habrá acabado contigo antes de que te des cuenta. El tiempo corre en tu contra. Y cuando menos te lo esperes el cubo girará, y cambiará su posición, y lo que ibas a hacer bien estará mal, y te desconcertará, y ya no sabrás que hacer. Y si al final, tras ir de una sala a otra, escapar de mil fechorías, de intentar conservar intactos todos tus apéndices, te encuentras con la última puerta. ¿Qué encontraras? ¿La libertad? ¿La sala azul? ¿La felicidad? ¿Otro cubo? ¿Un plato de puchero de hinojos? Muchos son los llamados, poco los elegidos, y el camino un laberinto que cambia la geometría de la matemática por las ecuaciones y aritmética del amor. Ambas, película y realidad, tan solo se diferencian en un verbo copulativo. En “Cube” están inconscientes. En una relación eres un inconsciente.

Y por si alguien lo dudaba, tanto la película como las relaciones tienen su innecesaria secuela.

viernes, 4 de julio de 2008

Maldita evolución


Definitivamente, la evolución es una dama pérfida y consentida.
Darwin debe de estar descacharrándose en su tumba viendo como esa teoría que inventó nos maldice con un estúpido instinto de perpetuación de la especie que constantemente nos impulsa a cometer todo un catálogo de tonterías. Un cúmulo de hormonas agitadas, no mezcladas, que promueven todo tipo de actuaciones con gran carga de patetismo por un mero e instintivo afán de transmisión de material genético.
A pesar de mi intelecto privilegiado y mi capacidad para hablar 4 idiomas, escuchar 7 emisoras de radio a la vez y terminar el cubo de Rubick mientras leo la columna de Umbral, ante una presencia femenina me veo reducido al mínimo común denominador como el resto de mortales, apareciendo en mi una serie de arritmias, sudoraciones varias y comportamientos malsanos.
Esto sin ir más lejos, me ocurrió ayer por la tarde, mientras tomaba café, tranquila y plácidamente. Hasta que dos pechos wonderbrarizados embutidos en un jersey de “mango” con escaso margen para la imaginación se sentaron junto a mí, provocando una reacción química en cadena de origen en mis pantalones y rápida propagación vía linfática. Educadamente le pedí el azucarero y ella amablemente me lo cedió, algo que no tendría nada de especial sino fuera porque después de hacerlo en 8 ocasiones en el centro de mi taza se había formado ya un islote de azúcar digno de ser colonizado por cualquier explorador despistado que pasara por allí. Ella miraba mi taza con gesto fruncido y aprovechando la coyuntura me lancé a entablar conversación con ella, pero creo que la extinción del lince ibérico no era un tema de su dominio. Yo estaba dispuesto a gastar toda mi artillería en la conquista de esa hembra, pero el doble de Conan que apareció de entre las sombras y le dejó caer el brazo por encima me disuadió de hacerlo. Y es que a pesar de mi mas de metro ochenta no dejo de ser un enclenque productor de masturbaciones compulsivas. Para colmo de desgracias el tipo en cuestión era dueño-regente de la cafetería, así que aunando discreción y agilidad me escabullí de allí, mientras por el rabillo del ojo veía como esa mole venía a por mí. Hoy día sigo sin saber si era por la chica o porque no pagué la cuenta, en cualquier caso era poco sensato quedarse para averiguarlo. Calle abajo conseguí esquivarlo metiéndome por una puerta entreabierta que vi en el callejón, pero no se si quizá hubiera sido mejor quedarme como saco de boxeo del tipo porque lo que se escondía tras la puerta era un maratón de cine de Lars Von Trier. Puede que sea un cobarde, es más, con rotundidad lo afirmo, pero toda persona tiene un límite, y después de ver 3 veces la película de Bjork, con sus respectivas mesas redondas posteriores, encontré el mío, aunque quizás expresarlo gritando “¡Pero, por favor, pero si es una mierda!” no creo que fuera lo más sensato. Cientos de fanboys me miraron con los ojos desorbitados, y en apenas unas décimas de segundo toda una legión de acólitos de Lars me perseguía. Y cuando crees que las cosas no pueden ir a peor, va un desfile de seguidores confesos de Thomas Vinterberg y se cruza en tu camino, y claro por el bien del cine Dogma hacen piña y se persigue al hereje. Menos mal que la calle desembocaba en una terraza donde estaban sentados José Luis Garci y Rodrigo Rato tomando una cerveza y al ver el embrollo en el que me encontraba el Sr. Rato se puso en pie y, haciendo gala de su contrastada bondad, comenzó a cantar el Nessum dorma de Turandot, porque por todos es bien conocido que la música amansa a las fieras, más si es la música de una ópera de Puccini. Para celebrarlo y en forma de agradecimiento decidí invitarlos a un concierto de Hevia que se celebraba dos calles mas abajo, y allá fuimos como tres mosqueteros galaicos.
El concierto estuvo muy bien y la gaita del artista me recordó mis orígenes escoceses. Y no porque mis antepasados nacieran en Escocia y lucieran el famoso kilt con la elegancia de Marilyn, o porque mi bisabuelo fuera un alcohólico apasionado del whisky del malta, sino porque yo soy el último descendiente directo vivo del monstruo del lago Ness en su séptima generación. Resulta que mi tataratatarabuela visitó las Highlands en su juventud, y en una noche loca conoció a Nessi. Un par de whiskys, la labia escocesa…y el resto es historia.
Y es que hay que tener cuidado con los whiskys, porque whisky va y whisky viene y a la mañana siguiente te despiertas con dolor de cabeza en un banco del parque, con pajarita, sin pantalones y con una foto de Gene Kelly en la cartera en vez de dinero, que es como acabo de amanecer.
Moraleja: Nunca te fíes de la sonrisa de un reputado director de cine y de la afabilidad de un ex ministro de Economía y Hacienda.

miércoles, 25 de junio de 2008

Refrigerador


La razón fundamental para tener un refrigerador es poder mantener los alimentos fríos. Las bajas temperaturas ayudan a conservar la comida fresca durante más tiempo con lo que la idea básica detrás de la refrigeración es retardar la actividad de descomposición de las bacterias. Por ejemplo, las bacterias pueden echar a perder la leche en dos o tres horas si la dejamos en la cocina a temperatura ambiente, pero sin embargo al reducir su temperatura, la leche puede permanecer fresca durante una semana. La baja temperatura dentro del refrigerador reduce la actividad bacterial drásticamente. Yo nunca tuve refrigerador, pero te tuve a ti para guardar mi corazón ¿Pero por qué no se conserva igual? ¿Por qué se marchita lentamente? ¿Porque se ha vuelto de color negro? En un arrebato loco te hice la cancerbera de mis entretelas confiando en la frialdad de tu interior para preservar el cetro de mis entrañas. Quizás tú me lo hayas contaminado, pudriéndolo no por la falta de frío, sino por tus persistentes engaños, emponzoñándolo con tus argucias atemporales. Tu desdén se extiende por el miocardio y me gangrena el alma, y para esta intoxicación no encuentro farmacia que me venda cipro sin receta. Que estúpido fui. Me dejé engañar por tus besos lentos y diluidos.

Por favor, cuando hayas acabado con el no lo tires a la basura, échalo a reciclar.

viernes, 13 de junio de 2008

Deidades


Sentado en un restaurante chino las cosas son menos reales de lo que parecen. El olor, el sonido, la textura. La enajenación psicodélica de un pan de gambas, el brillo de la comisura de la sonrisa de un buda. Confinado en una esquina suena un móvil, pero no lo cojo, porque estoy en un restaurante chino, y un restaurante chino hay que ser educado. Y para educada la china que me sirve. Seguro que sabe que soy el dueño de los hongos del parque y por eso me trata tan bien. La próxima vez que venga a preguntarme que quiero le pediré que cambie el hilo musical. Porque contrariamente a lo que se cree a un chino no se va a comer, se va a escuchar la música, y hoy me apetece otra cosa. Quizás le pida algo de Elmer Berstein. La de los 7 magníficos estaría bien. Pero estoy en un chino. A lo mejor se confunden y me ponen la de los 7 samuráis. No es que me queje, pero de Kurosawa es que prefiero Yojimbo. Su protagonista era más duro. Tan duro que seguro que ni tenía pelusillas en el ombligo. Yo sin embargo si que tengo. Y no por no ser lo bastante duro, sino por pertenecer a ese tipo de personas que en vez de ombligo tienen una sima. Una vez sacando pelusas saqué el rifle de un madelman, el borrador de la renta del 98 y la película de Conan en VHS, una de mis películas preferidas y con un malo que me recuerda a mi ex - mujer, a la que por cierto no le gustaban los chinos. Pero es que a esa mujer no le gustaba nada. Era un vórtice de entropía. Un puzzle biológico increíblemente intrincado que odiaba los perros, el verano y los libros de Terry Pratchett. Por momentos incluso se odiaba a sí misma. Y es que se pueden odiar muchas cosas, pero lo de esa hembra era ya puro vicio. Yo por ejemplo odio quedarme sin ideas para escribir, sin inspiración. Por eso cada vez que se me ocurre algo lo apunto en un papel y lo meto en un tarro, al que he bautizado como “Tarro del odio”. Un bote de cristal que ha disminuido su calidad de vida sensiblemente, pues ha pasado de contener mantequilla de cacahuete a mis ideas. Es decir de contener una estupidez a contener cientos. El pobre ha pasado a ser el objeto hazmerreír de mi cocina, junto a aquel frasco que contenía un poco de niebla matinal. Aunque este último se siente aún mas desgraciado, ya que leyó en el diario que no hace mucho en Alemania se vendió otro bote con niebla que perteneció a Adolf Hitler por 100.000 dólares. ¡100.000 dólares! Vaya un agravio comparativo. Y todo por haber estado en una estantería de la cocina de un señor con alergia. Yo también tengo alergia, aunque la mía no es a los judíos, sino a la primavera. Supongo que eso es menos espectacular. El problema es que mi alergia dura todo el año. Debo ser el único ser humano que vive una primavera de 12 meses. La única primavera con la que puedo es con la de los rollitos. Y aquí los hacen exquisitos. Además son como los huevos kinder y dentro traen una sorpresa. El otro día me salió la peluca de un playmobil, y ayer la tecla de un spectrum. La “q”. Al pobre que se le haya perdido la tecla ya no podrá jugar. La faltará el botón para ir a la izquierda. Una putada si juegas al “Manic miner”, un juego sin final, lo único que tenía que no me gustaba, o en este caso que no tenía. Y es que yo disfruto empezando las cosas por el final: ver primero el final de una película, comerme antes el postre, romper con una pareja antes de empezar. Lo intento empezar todo por el final, y lo último que he conseguido es tener un orgasmo antes de eyacular. Magnífico. Altamente recomendable. Aunque, por la cara que puso la chica no creo que a ella le gustase tanto. Y no entiendo por que. Soy un visionario. Mi foto debería salir en las enciclopedias. Junto a la del papa o a la del tipo que inventó el water, un invento a la altura de la pólvora, que por cierto inventaron los chinos. Esa gente si que inventó cosas: la brújula, la porcelana, la cometa…Pero que demonios, su mejor invento sin lugar a dudas fue la salsa agridulce ¡Abuela! ¡Esto está de muerte!

martes, 3 de junio de 2008

La sonrisa de la luna


He hablado con mi abogado y hemos establecido un acuerdo con la luna.
Ella sonreirá cada vez que me regales un ósculo.
En tus manos está hacerla feliz.

martes, 27 de mayo de 2008

Mis mejores mentiras


- Te quiero
- Estaba así cuando llegué
- Por supuesto que cocinas mejor que mi madre
- Eres la única mujer de mi vida
- Me estaba bajando Piratas del Caribe y resulta que es una porno
- No mama, de verdad que no me drogo
- Internet solo lo uso para mandar correos y leer el periódico
- Una más y nos vamos
- No te va a doler
- Yo lo dejo cuando quiera
- El interviu lo leo por los artículos
- La última vez que bebo
- Es que no llevo la cartera encima
- Cariño, de verdad que no estas gorda
- ¿En serio que playboy tiene pagina web?
- Esa camisa te sienta muy bien
- No eres tu, soy yo
- Estaba en naranja

Y mi favorita

- Chupa, chupa, que ya te aviso.

lunes, 19 de mayo de 2008

Manías


Lo reconozco. Siempre he sido un poco maniático. Siempre he tenido problemas de adaptación con ese tipo de cosas cotidianas que para la gente corriente pasan inadvertidas pero que a mi se me enquistan en el encéfalo tortuosamente, ronroneándome en el subconsciente de forma malsana. Estoy condenado a ritualizar mi vida diaria. Esas pequeñas cosas, como la temperatura de los líquidos o el hecho de ver un armario abierto. No las soporto. Es superior a mis fuerzas. Si me encontrase en una habitación del tamaño del palacio de Carlos V repleta de chicas en bikini y hubiera un armario abierto, mi atención se centraría solo y exclusivamente en el armario, alienado por los señores del Ikea. No, esto no es homosexualidad, es un serio problema. Puestos a elegir me podía haber dado por la ninfomanía. Pero no es así, y mi calidad de vida se ve maltrecha de forma considerable. Mi psicoanalista dice que este trastorno es muy común y que debo aprender a dominarlo relajándome y no dejándome absorber por mi interpretación de las cosas, eliminando la carga de dramatismo que les aporto. Claro, eso muy fácil de decir para un tipo que cobra 70 euros por estar escuchando durante media hora las tonterías de un chalado en un diván. Eso si, por lo menos el diván es mullidito, solo que es de sky y en verano se pega uno. Con estas locuras muero poco a poco, como Pat Garrett, pero sin disparar a un espejo.
Y el caso es que pensándolo mucho he llegado a la conclusión de que en realidad las manías son culpa mía. Que son todo un producto de mi subconsciente. Son comedias ectoplásmicas que se engendran en las profundidades de mi cerebro por un aumento de noradrenalina inducido por mi mismo, para así tener una excusa para visitar al psicoanalista. Porque visitar al psicoanalista es una de las cosas mas divertidas que se pueden hacer hoy día, al menos con los pantalones puestos. Un diván cómodo, una charla agradable, un señor con barba freudiana y la aspiración de ser el nuevo Paul Lorenz. Que más se puede pedir. Un señor que en un momento de inspiración suprime tus pulsiones y reduce tu libido con un perfecto método introspectivo. Todo por unos módicos 70 euros.
Eso si, yo sigo sin poder ver un armario abierto

martes, 13 de mayo de 2008

Anécdotas verídicas del curro: Vol. I


Centro de Salud,1 de Mayo día del trabajo,19:15 horas

- Urgencias,¿Digame?
- Hola, buenas tardes. ¿Sabe si hoy abre el carrefour...?
- ...

Sin comentarios

viernes, 9 de mayo de 2008

El 1


En la misma puerta del Parque de la Ciencias. Junto a Einstein. Una tarde de primavera.
Ese es el mío. El 1. Inconfundible.
La Cruz de Lagos. Con su camino de piedra, sus cipreses, sus tilos y su pérgola de madreselva. Cuantos paseos a la penumbra.
Ahí sube una chiquilla, corriendo por el Paseo del Violón, detrás de una pelota. Las farolas empiezan a encenderse, las golondrinas a recogerse.
La acera de Darro. Centro neurálgico, pasarela de estío. Paso por la puerta del Corte Inglés. Aquí también hay chiquillas, y no tan chiquillas, vestidas a la moda, como la mismísima Tarasca.
Cogemos para Puerta Real, en la esquina con recogidas, en la farola, el epicentro de la malafollá. Un bocadillo de habas.
A la diestra la plaza del Carmen. Con ese caballo donde antes había una peineta. Vigila los viandantes. Soporta la caló. Mira las hojas acorazonadas que dan sombra a la vejentud.
Justo encima los Reyes Católicos. Abrumados por el bullicio. Recordando cuando éramos la capital del reino. Taciturnos en el gentío, encarados a la Gran Vía, donde pasean las niñas. Bendita primavera que alarga los días y recorta las faldas.
Un semáforo en la puerta de la catedral.
Que cerquita queda calle Elvira, y a la vuelta de la esquina el triunfo. Cuantos litros a la vera de la fuente, mientras el sol dibuja sombra el suelo, mientras acariciamos la tarde, mientras le robábamos al silencio.
Sube para medicina y la avenida de Madrid donde aún la biblioteca biosanitaria desprende olor a exámenes, donde en la puerta quedan las colillas de noctámbulos estudiantes buscando el final de la noche.
Aquí me bajo yo. Ese es el mío. El 1. Inconfundible.

domingo, 4 de mayo de 2008

Icaro



¿Alguna vez te has sentido como Icaro? ¿Has sentido esa sensación de que se te derriten las alas, de que justo cuando estas a punto de tocar el sol se deshace la cera, de verte a ti mismo caer mientras el brillo se aleja? Yo si. Justo ayer. En el bar. Como siempre por culpa de una mujer.
Era todavía temprano y yo estaba solo en la barra, tomándome una cerveza fría mientras ponía en orden mis pensamientos, ensimismado, pensando en cuando los bares eran lugares clandestinos, cuando de repente apareció ella. La puerta se abrió y entre el humo apareció, subida en unos tacones negros y con un bolso de mano. Brillante, resplandeciente, tan incandescente como Rita Hayworth en “Gilda”. De manera elegante se sentó en el taburete, justo en frente mía y con un sutil gesto llamó al camarero, que inmediatamente le sirvió una piña colada. Bebía de forma discreta, a pequeños sorbos, manchando de carmín rojo el borde del vaso haciéndome sentir envidia de ese pedazo de cristal mientras, de forma distraída pero consciente de su poder de seducción, se mesaba el cabello. Yo no podía dejar de mirarla, me tenía hipnotizado, y lo peor de todo es que ella lo sabía. Era cuestión de tiempo que comenzara entre nosotros un intercambio de furtivas miradas por encima de la barra, como si de un íntimo juego de estrategia se tratara, meditando cada movimiento, sopesando cada jugada. El duelo comenzó con un lanza y esquiva, hasta que ella tuvo un desliz y a causa de un movimiento mal calculado nuestras miradas se cruzaron durante unas décimas de segundo, ínfima porción de tiempo que más bien se asemejó a la guerra de los 100 años. Rápidamente aparto los ojos y esa victoria en el primer envite me llenó de moral. A sabiendas de su desliz no le quedó más remedio que sonreírme, con la cabeza baja, con la mirada tímida. ¡Dios! ¡Con esa mirada me ganó por goleada! Esa sonrisa desprendía una luz que parecía robada de un cuadro de William Turner.
Creyendo que la victoria final sería mia hice acopio de fuerzas, di el trago definitivo a la jarra y con el pecho como un palomo me dirigí hacia ella. Ahora no recuerdo si fue exactamente así o era mi excitada imaginación, pero yo juraría que al comenzar a andar el Dj me brindó el tema “Eye of the tigre”
Dispuesto, recio, categórico, imparable…hasta que cuando un escaso metro me separaba de ella un Madelman tamaño King size apareció de la nada y con un sonoro beso marcó tajantemente su territorio.
Completamente derrotado me retiré al descanso del guerrero y recuperé mi sitio en la barra aún caliente, pensando en lo que podía haber sido y no fue, lamiéndome las heridas de la derrota y obteniendo únicamente esta mierda de historia. FIN

domingo, 27 de abril de 2008

Resaca


Esta mañana me he despertado con resaca.

Resaca producto de la demoníaca combinación de cebada y malta. ¿Como es posible que un inocente cocktail de cereales cause tal desastre en un organismo?
En este estado semivegetativo, causado por la masiva ingesta de alcohol de anoche, mis neuronas comenzaron un trabajo por cuenta propia de recopilación y análisis existencial en términos Freudianos, llegando a innecesarias y estúpidas conclusiones. Esta resaca me ha hecho ver que me estoy haciendo viejo.
Es curioso que el rutinario ritmo diario de mi perezosa vida no me haya dejado ser consciente de semejante obviedad, y que haya tenido que ser una maldita resaca dominical la que me haya abierto los ojos a traición. Y todo se debe a que hasta esta mañana no me había dado cuenta de la relación directa existente entre el envejecimiento y el etilismo, reflejada principalmente en la disminución de la cantidad y calidad de mis resacas. Unas copas y a la mañana siguiente te sientes tan añoso como las maquetas de Ray Harryhausen....
La relación entre el alcohol y este declive puede parecer rebuscada, pero es perfectamente explicable con breves ejemplos.
Ejemplo 1. No hace mucho la asiduidad de mis citas con la barra era mucho mas habitual que ahora, incluso frecuente, sin embargo hoy día dos borracheras consecutivas se ha convertido en una quimera. Mi organismo me ha traicionado y carece de su antigua capacidad de gestión y recuperación, alargando las resacas agónicamente en el espacio y en el tiempo.
Ejemplo 2. Hubo un tiempo en el que las jumeras eran todo un acto de práctica e integración en la sociedad. Desgraciadamente en la actualidad el desarrollo de la ebriedad suele producirse en singular, hecho achacable mayormente a las responsabilidades adquiridas por mis antiguos socios de juma y por la falta de las mismas por mi parte.
Ejemplo 3. Antaño el ritual etílico solía comenzar de madrugada y prolongarse hasta horas intempestivas, incluido el alba, culminándose con los tradicionales “churros” en un banco de la plaza del pueblo. Hoy sin embargo, mis ingestas de alcohol suelen comenzar con el telediario de Matías Prats y terminar con “el larguero”. Así de breves y patéticas. Además esos churros matutinos acabarían deslizándose por mis arterias como una silente bomba de colesterol esperando el momento adecuado para estallar, lo que es a todas luces contraproducente.

Conclusión. Me hago viejo.
Y no se que parte de mi vida es mas triste, si el hecho de no haber aceptado el inexorable paso del tiempo, o que me de cuenta de ello mientras divago durante un domingo de resaca.

sábado, 19 de abril de 2008

Amén de la estadística


Afortunadamente para la alegría y regocijo de todos los mortales en los albores de la humanidad nos fue concedido un maravilloso regalo divino a todas luces inmerecido, y que en el siglo XVIII fue bautizado para todos con el glorioso nombre de ESTADISTICA.
Para el que sea lego en el tema decir que la estadística es la pizpireta ciencia que se refiere a la recolección, estudio e interpretación de los datos obtenidos en un estudio, convirtiéndose esta en la cutícula que realmente nos hace participes del calidoscopio de la sociedad. Uno no es verdadero ciudadano hasta que forma parte de una estadística. ¡Joder, si no formas parte de una estadística no eres nadie!
El denostado valor del producto de los estudios nos confiere la identidad propia que nos difiere y a la vez nos encasilla dentro de un marco sociológico, perpetuándonos sin que nosotros lo sepamos en las páginas de la historia.
¿Pero para que demonios sirve la estadística? Dirán los necios. Esta disciplina, a pesar de su frialdad ofrece la cálida emoción de los entresijos numéricos en las cuatro virtudes del cómputo. Es la conocida como regla de las 4 C

Creatividad: La estadística es el arte de decir lo que te sale de los cojones.
Conocimiento: Si mi vecino tiene un coche y yo ninguno, ambos tenemos un coche.
Compromiso: Determinadas estadísticas hay que bajarlas (o que subirlas). Todo sea por orgullo (o por vergüenza)
Culpa: Siempre es posible echarle la culpa de algo a la estadística.

Es por lo tanto esta la rama de conocimiento más versátil y coloreada, siendo capaz de usarte al antojo y hasta sin criterio por todo tipo de individuos, sin distinción de raza, credo o condición en un alarde de universalidad conformando a todo el personal.

Lo reconozco y lo admito. Yo he sido persuadido por la estadística.

Bonus track

Estadísticas a las pertenezco:

-al 59% de los españoles que odian los espárragos
-al 37 % de la población mundial que mastica chicle de fresa
-al 3,2 % de los frikis que le gustó “La amenaza fantasma”
-al 43% de los hombres que prefieren la braga al tanga
-al 7% de los inocentones que se creen las estadísticas

miércoles, 9 de abril de 2008

Que bonita es la amnesia


Que bonita es la amnesia. Pobrecita, no la valoran.
Quizás sea la palabra más bonita del castellano y sin dudarlo la mejor de las condiciones de memoria alterada.
Con la amnesia son todo ventajas.
Con la amnesia puedes repetir. Sentir de nuevo una primera vez: el primer roce de tus labios, el primer olor de tu pelo, la primera vez que escuchamos a Frank Zappa, tu primera infidelidad…También sirve para olvidar. Para olvidar tu robo, para olvidar tus gruñidos, para olvidar que deseo tenerte. “Que canción tan bonita, la has cantado muy bien…” Bendita amnesia…
La amnesia es sentir el placer de unas neuronas que patinan, el disfrute del último recurso de unas células que estrujan la poca dopamina que les queda. Un nuevo sentimiento.
Y así me encuentro. Corriendo en círculos para encontrarme contigo y no recuerdo por qué. Ni tan siquiera me acuerdo de por qué me gusta el amarillo.
Mi pensamiento es un enredo de telaraña formada por pensamientos que cuelgan como de un árbol de navidad de forma arbitraria ¿Pero por qué en tan pocos apareces tú?
Ráfagas descoordinados de aquí para allá atravesando la soledad de una mente de recuerdos extraviados que dejan a su paso una estela con forma de interrogante. ¿Por qué te quería? ¿Por qué tu sonrisa me parece tan malévola? ¿Por qué me cautiva tanto la palabra “culo”? Enigmáticas cuestiones que bien poco me importan cuando veo por primera vez el gol de Zidane en la final de la liga de campeones. ¡¿Como es posible que no recuerde esa obra de arte?! Seguro que no me dejaste ver ese partido.
Te miro y te veo de un color ocre, como en las fotos antiguas, como si fueras de hace mucho tiempo, y aunque me mires solícita e inocente, como una princesa con vestido nuevo, no me entusiasmas. Me recuerdas a Circe, y me da miedo que me conviertas en cerdo.
Que bendición es la amnesia. Una segunda oportunidad fortuita. La cara B de un Lp inédito. El final alternativo en el DVD de extras.

Que pena que la amnesia no sea compartida. Así tú también podrías olvidarte de mí.

miércoles, 2 de abril de 2008

Arcángel


Allí estaba, como siempre, en la puerta del Edén. Solitario, eterno, impasible. Con sus alas recogidas y el mentón entre las rodillas. Un arcángel mirón que vigila la tierra con los ojos tristes, como un Gran Hermano celestial que anhela bajar. Tiene para si toda la eternidad. Una eternidad de vacío, de soledad, de perfección, de infinito. Pero el cambiaba ese infinito por otro: el de la estupidez de los hombres. Sus alas y su vida eterna a cambio del placer de una buena resaca, el disfrute de un resfriado o el agradable sabor de un beso no correspondido. Millones de años viendo desde su trono celeste el desastre, el vicio, la conjura. El quiere ser participe de esa autodestrucción. La quiere.
Pero solo tiene una eternidad de aburrimiento.
A la hora del reparto el mejor de los trabajos se lo quedaron los ángeles vengadores, pero gracias a los hombres hace centurias que estos forman cola en la puerta del INEM.
El arcángel quiere nadar entre oscuras maravillas, ser poseedor de pecados secretos que tiñan su corazón de pardo y tener una conciencia que callar y que chantajear. ¿Qué valor tiene una eternidad de aburrimiento pudiendo disfrutar de desolación y tristezas? Quiere extender sus alas, perder su corona y sangrar como Sansón. El cielo es un lugar abandonado.
Ese hijo del cielo quiere que lo liberen y lo dejen ir. Huir a la ruina de la tierra prometida. Ser una estrella de rock, escritor, director de cine de serie B o un simple vagabundo.

Le queda el resto de la eternidad para desearlo.

jueves, 27 de marzo de 2008

Peces de colores



Hubo un tiempo en el que en mi casa había una pecera. Una pequeña pecera en la que convivían dos pequeños peces de colores, que se dedicaban a nadar y nadar, de forma ordenada y correcta en un proceso de migración minimalista, y en el que a pesar de lo angosto de la pecera, no se estorbaban.
Me gustaba sentarme y mirarlos durante horas. El poder de su natación era hipnótico. Podría pasarme el día entero sentado frente a la pecera mirando embobado el movimiento translatorio de los peces sin cansarme. ¿Por qué siempre las cosas más bobas son las más magnéticas?
Pero no siempre hubo peces en mi casa. Antes hubo un tiempo en el que tenía una novia. También la miraba y me entretenía, pero no tanto como los peces. Así que un día cansado de mirarla, decidí cambiarla por dos peces de colores. Salí ganando en el cambio. Los peces también me entretienen con su rutina pero no me increpan por dejar la tapa del baño levantada. Y es curioso que cambiase una fémina por un animal que carece de palabra para denominar el género femenino.
Gracias a ese cambio descubrí mi fascinación por los peces, pero no como animal en si, sino como figuras, elementos sumergidos sujetos a un espacio circunscrito que nunca llegan a tocar el vidrio. Quizás me identifique con ellos.
Y es que aunque parezca que no, yo soy como ellos, salvo por lo de los ojos estereoscópicos claro. Atolondrado, rutinario, divago sin estorbarme con otros peces…Pero yo si toco el vidrio. Es mas, yo siempre acabo dándome de bruces con el vidrio.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Anuncios por Parábolas Vol. II


Se busca importante documento extraviado que contiene valioso plan para obtener la dominación del mundo.

Se gratificará por la información con isla en archipiélago a elegir.

martes, 11 de marzo de 2008

Gafas rojas


A esto lo llaman ir de refuerzo. Cinco personas, mirándonos, de brazos cruzados, buscando algo que hacer. Aburridos. Boring que dirían los ingleses. Aletargados como marmotas de cola parda. Suspirando. Y eso que se supone que yo soy el refuerzo. Pero no avisan de que viene un refuerzo y no hay nada que reforzar…Descoordinación entre departamentos, algo fascinante. En ese momento desearía estar lejos de allí. En cualquier lugar. Pero lejos. Odio estar encerrado entre esas cuatro paredes, derramado en un sofá, esperando que me manden hacer. No. Soy un alma libre. Un vagamundo. Un Easy Rider. Yo he nacido para esperar órdenes en un sofá. Yo debería estar atravesando el país a lomos de una moto, como si de un western moderno se tratase. Un vaquero que cabalga con su sombrero y el revolver en la cintura presto a ser disparado. Por supuesto yo sería un pistolero como Clint Eastwood. Pero el Clint Eastwood pendenciero y bravucón de Infierno de cobardes, no ese que canturreaba en La leyenda de la ciudad sin nombre. Pero por favor Clint ¿En que demonios estabas pensando? Iría de punta a cabo del país, sin ningún objetivo concreto, solo huir, protagonizando mi propia road movie, cargando con alforjas llenas de libertad y LSD, conociendo enigmáticos personajes a mi paso, cada cual mas extravagante que el anterior y con los que entablaría una breve pero intensa amistad sellada con un pacto silente de Bourbon, porque así somos los solitarios. Pero claro, eso son cosas que solo pasan en mi imaginación. En la vida real estoy de refuerzo en un sitio donde no hay nada que reforzar. Argh. Pues nada, iré a esa reunión a la que iban los que tenía que reforzar. El uso de un programa informático. De un coñazo de programa informático.
Pero ¡sorpresa! Aparte del coñazo de programa informático, el cañón de power point y la pantalla de proyección, hay en la sala un elemento con el que no contaba y que llama poderosamente mi atención. ¡Y de que forma! Nos da la bienvenida a la sala una agradable joven, que parece ser la formadora y que nos invita a pasar. Morena, sexy, formadora. Trinomio singular. Esto ya me parece más interesante…
Su dulce voz convierte en poesía hasta el infame argot informático. Estomagante lenguaje que de cualquier otra manera sonaría como una colección de rebuznos, sin embargo tú eres capaz de hipnotizarme haciéndome parecer la traducción de los algoritmos un soliloquio de Lope de Vega. Mientras, su estilizada figura, embutida en ese jersey de zara, procura en mi más atención que cualquier puntero láser de última generación. Pero lo mejor sin lugar a dudas son sus gafas. Gafas de pasta roja, a juego con sus zapatos rojos, a juego con sus delicadas mejillas rojas, a juego con la sensualidad roja que desprende. Por favor, quítatelo todo, pero déjate las gafas rojas. Quiero que me enseñes bien a usar el programa, pero en mi casa, escuchando el disco de la portada azul de Coltraine, con unas velas perfumadas, vino y por supuesto con tus gafas rojas. Tus increíblemente morbosas gafas rojas. Quien hubiera dicho que yo me interesaría por la informática, si el último ordenador que usé fue un Spectrum 128 k. La culpa la tienes tú. Si no hubieras nacido, ¿Que habría sido de las mujeres?
Ahora la ronda de preguntas. Me toca a mí, pero no se me ocurre ninguna. Y es que entre tanto World, firewall y firefox, lo único que quiero preguntarte es si la tira de tanga que se escurre entre tus nalgas va también a juego con tus gafas rojas.

sábado, 1 de marzo de 2008

Labios


Suaves, dulces, aterciopelados, silenciosos, inquisitadores, asesinos, sensuales, hermosos, brillantes, carnosos,de seda, virginales, puro atrezzo, divinos e infernales, que condenan, que anochecen, puñeteros ,pliegues cutáneos de tejido adiposo, hidratados y jugosos, naturales y queridos, desnudos como sin pintar, pero con un matiz rojo muy sutil.

Esta noche estoy dispuesto a devorar tus labios. Iré a buscar el cuchillo y tenedor.

lunes, 18 de febrero de 2008

ESTO ES CARNAVAL


Poesía. Virtud sonora. Charanga humanística y delicias acústicas.
Paganismo y cachondeo ¡Ole Martínez Ares!
Si es que el puñetero es la niña de mis ojos. Un pirata bribonzuelo que capitanea el abordaje de Don Carnal. Pirata coplero.
-¡Al abordaje mis valientes! ¡A saco con el enemigo! Que esto no es carnaval ¡Pero lo parece!
Maldito “barbuo” sensiblero. No te fíes de el que tiene mucho malaje. De Febrero tenía que ser. ¡Toma decibelios!

-¿Y este año que? ¿Y te vas a presentar?
-Ho, ho, ho, y una botella de ron.

La reconquista de la tacita ¡Ay, si Falla levantara cabeza!
Maestría de la universidad de la calle al compás de una conga del revés. Contraste y emplaste, cantando y cantando, y de vez en cuando Do-re-mi-fa-soleando.

-¡Temblad mediocres y cobardes!
-¿Y que le pasa a este?
-Que se va
-¿Qué se va?

Y menos mal que vino una ventolera y se lo llevó, porque sino ni con agua caliente lo echan.

martes, 12 de febrero de 2008

CUMPLEAÑOS



Ayer fue mi cumpleaños.
Un año más sobre el lomo.
O uno menos.
Según como se mire.
Me dio que pensar.
Y acabé haciendo esta lista.

Cosas que hacer antes de morir

-aprender a dormir con los ojos abiertos
-dominar el mundo
-comerme un bocadillo gigante
-batirme en un duelo de espadas
-batirme en un duelo de artes marciales y vencer con la patada de la grulla de Daniel Carusso
-follar en los lavabos de un avión
-darle una paliza a Ramoncín
-irme de copas con los de la hora chanante
-construir un robot gigante
-construir mi propio Terminator modelo T-X
-recuperar el arca de la alianza
-convencer a una tribu de amazonas de que soy un dios
-volver a juntar a los Martes y Trece
-trabajar de cazafantasmas
-trabajar de pirata
-construir mi propia puerta estelar
-salir en un capítulo de Futurama
-tocar la guitarra con Keith Richards
-viajar en el tiempo
-convertirme en superguerrero
-rodar una película con monstruos peleando y tías enrollándose
-protagonizar un drama de época con Laure Sinclair

-morir un 16 de Agosto, como Elvis

miércoles, 6 de febrero de 2008

EL SEPTIMO SELLO


La tarde transcurría lentamente en el apartamento de Johnny, que en un sillón enmohecía de forma progresiva al ritmo que los concursos deprimentes de una jornada dominical le marcaban, mientras sus arterias poco a poco se iban obstruyendo con preparados industriales y litros de cerveza y sus ojos se inyectaban de capilares provocados por el efecto de los rayos catódicos que de su viejo televisor de 24 pulgadas emanaban, cuando el estruendo provocado por el timbre de la puerta lo sacó de su letargo.
Malhumorado abandonó la postura casi incompatible con la vida que mantenía y fue a abrir con amargos andares. Un individuo con capucha y guadaña se agazapaba en el relleno mientras lanzaba estertores que evidenciaban su fatiga.

-¡Ah, ah! - respiraba como un jadeante perro en un 7 de agosto - Hola, buenas tardes…Esto…estaba buscando a un tal… - farfullaba entre dientes mientras rebuscaba entre su enredo de papeles - ¡Ah! ¡Aquí está! Un tal Johnson, John Johnson.
-Lo tiene ante usted. Que quiere. – contestó Johnny mientras de reojo buscaba los comerciales de la televisión.
-¡Menos mal! Llevo dadas tres vueltas a la manzana y no daba con la dichosa dirección. Estos incompetentes de personal. ¡Mire que letra tienen! ¡¿Esto le parece normal?!
-La verdad es que si es un poco embarullada, si…
-¿Me podría dar un vaso de agua? Es que vive usted en un 4º y el puñetero ascensor no funciona. Además estas túnicas no son lo que se dicen muy transpirables…y para colmo está lloviendo.
-Uhmm…, pase, pase… - Le invitó a pasar a regañadientes mientras pensaba en que hoy no vería quién se llevaba el bote en el programa.

El extraño invitado se apontocó en un sillón, y de un trago se bebió el vaso de agua para finalizar la operación soltando un espontáneo suspiró de alivio mientras se hundía entre la mullida tela abriendo las piernas como una meretriz de saldo.

-Oiga, perdone la indiscreción....pero usted es La Muerte ¿Verdad?
-¡Vaya! – Se sorprendió el invitado- ¡¿Cómo lo ha sabido?!
-Pues realmente no se si ha sido por la túnica, la manos de hueso o el rastro de insecto que trae detrás suya… Pero creo que la pista definitiva me la dio la guadaña… Si, creo que fue la guadaña…
-¡Rayos! ¡Que estúpido soy! Tiene usted razón, salta a la vista que soy La Muerte. Disculpe mi despiste. Es que soy nuevo en el negocio y todavía ando algo despistado…
-No se preocupe. Eso pasa en las mejores familias…Pero creí que usted era un mito, como el Bute, Papa Noel, el ratoncito Pérez y todos esos tipos. Que solo salían en los cuentos, la Biblia y las campañas de telefonía móvil…Es que eso de tenerla así de pronto, bebiéndose un vaso de agua en mi sofá…
-¡Desde luego! ¡Menuda raza escéptica la suya! A ver. ¿Usted cree en la existencia de los políticos?
-Hombre, pues claro…no me cabe duda…
-¿Y alguno se ha tomado una copa con usted alguna vez?
Un silencio incrédulo asoló el salón - …Tiene razón. Sus argumentos son irrefutables….
-Pues claro…, lo que pasa es que desde el comienzo de los tiempos su arrogante especie se ha creído el ombligo del mundo por estar en la cúspide de la pirámide alimenticia, pero en la sombra existimos una serie de curritos que velamos por mantener el perfecto equilibrio universal, para que ustedes, los monos sin pelo puedan acabar de destruir el planeta con toda la tranquilidad del mundo. En respuesta a su pregunta: Si,existimos… Aunque la verdad, es que el ratoncito Pérez en realidad no es un ratón: Es un señor de Parla bajito, peludo y con las paletas muy grandes que trafica con marfil.
-……
-Y Papa Noel es un gordo alcohólico rehabilitado que tiene un taller de inmigrantes ilegales, y que además se beneficia al Hada Madrina, otra yonqui rehabilitada.
-….
-Eso si, el Bute es un tío de puta madre
-… (Maldita cerveza de oferta) – masculló- …Esto…Y bueno… ¿Como fue que se metió en este negocio? Supongo que no sería por vocación…
-La verdad es que fue cosa de mis padres. Mi madre era la Parca y mi padre la Peste. Querían que continuase con el negocio familiar, que era tradición y todo eso, y al final mira. En realidad mi ilusión era ser artista. Me hubiera encantado dedicarme al arte conceptual contemporáneo.

La situación comenzaba a rozar el surrealismo.

-Hombre, no pierda la esperanza. Siempre está a tiempo ¿No?
-¡Bah!, Es complicado que la gente te tome en serio cuando pareces un extra de una película de Tim Burton. Además aquí tampoco estoy mal del todo. Tengo mis 14 pagas, mi mes de vacaciones, gozo de cierta posición social…Y también conozco gente. El otro día precisamente hice una barbacoa con unos compañeros a las orillas de la Laguna Estigia. ¡Que risa cuando Virgilio se calló a sus fangosas aguas y no podía salir!

Ya no rozaba el surrealismo. Lo traspasaba ampliamente

-...Todo eso me parece altamente interesante, pero a pesar de la indiscreción ¿Me podria decir que le trae por aquí…?
-Je je je. Con lo listo que parecía usted… Creo que es obvio. Vengo a llevármelo. Es su hora…
-¡¡¡¡¡Queee!!!! – Johnny no daba credito a lo que oía. Miles de pensamientos alborotados cruzaban por su cabeza a velocidad crucero. Su familia, sus amigos, su novia (vale, la chica que observaba con los prismáticos), la colección de muñecos de Happy Meal, todos los capítulos de Earl que le quedaban por ver, los bollitos de la pantera rosa…
-Debe ser algún tipo de broma. No me lo creo. Soy demasiado joven. Vale reconozco que no me cuido, y fumo, y bebo, y visito lugares de alterne, pero a parte de eso… ¿No sería mejor si lo discutimos mientras jugamos una partidita de ajedrez y tomamos un zumo? Mire, si hasta las piezas son personajes de “La guerra de las galaxias”… La torre es Jabba.
-¡Maldición! ¡Desde aquella película todos creen que soy un Kasparov en famélico! ¡Odio el ajedrez! Venga déjese de estupideces y vamos, que aún me quedan cuatros visitas todavía…
-No, no ¡Por favor! – Johnn se veía ya en el inframundo, compartiendo habitación con John Wayne, cuando su aguda vista, entrenada a base de espiar a las vecinas, descubrió un dato muy interesante para su supervivencia – ¡Alto! ¡Espere, espere! ¡Mire ese papel!¡Ahí dice “Arkansas”! ¡Y esto es “Almansa”, provincia de Albacete!

Desconcertada, La Muerte comenzó a revisar sus papeles hasta darse cuenta del error que estaba a punto de cometer.

-Pues tiene razón… No es aquí donde tenía que ir… ¡Joder! ¿Por qué me pasan a mí siempre estas cosas? En fin, disculpe las molestias. Como le dije soy nuevo… Lo siento de veras…
-Nada, nada, cosas que pasan…si yo le contase mi primer día de trabajo… Total, estos calzoncillos ya estaban viejos…
-Pues lo dicho, que lo siento mucho por el susto. Voy a ver si arreglo esto. Tendré que llamar a la oficina y aclararlo. Me temo que hoy también me va a tocar almorzar fuera…Bueno, perdone las molestias. De todas formas, viendo en su ficha dice que nos veremos pronto…En fin. Adiós y buenos días.
-….

viernes, 1 de febrero de 2008

LAGRIMAS EN LA LLUVIA



Últimamente ando algo preocupado. Y no se trata de una hipoteca, mi desalentador puesto de trabajo o mis estrepitosos fracasos amorosos. No. Mi preocupación es mucho mas profunda. Caprichosa diría yo.

Y es que, aunque parezca increíble, creo que soy un replicante.

Y no es ninguna tontería al azar. Hay indicios que me advierten sobre ello. Últimamente me cuesta dormir, y cuando lo hago no dejo de soñar con unos y ceros, levantándome agobiado y sudoroso, y no es por añadirle innecesario dramatismo a la situación, pero en ese momento no deja de sonar la tonadilla de Vangelis.

¿Casualidad o causalidad?

Hasta hace poco confiaba en mis recuerdos, pero ahora comienzo a dudar de si son míos o implantados, si en realidad son de gestación tecnológica, inventados por un superordenador malvado como HAL. A lo mejor todo es una entelequia producto de mi maldita imaginación. Pero todo son señales. Desde el papel pintado con ovejas hasta el unicornio de porcelana que he colocado en la entrada, pasando por mi recién descubierta afición al norit. Señales. Todo señales.

Silencio comprometedor.

Debería ir hacerme ese test que hay para averiguar si uno es un replicante.
Deshacerme de esa incertidumbre que me atormenta.
¿Pero… y si en vez de decirme que soy un replicante me dicen que en realidad soy gay?

¡Maldición!

miércoles, 23 de enero de 2008

ALEGATO MERIDIONAL


Esos atípicos 14 grados que se han abonado a aparecer en el termómetro de mi coche cada mañana han despertado en mí una aletargada melancolía que hasta ahora dormía en algún cajón del armario, junto a los pantalones de pana y la cartilla de la General. Una estúpida sensación que no sentía desde que escuché el último disco de los 091 en un garito de quinquis de Calle Elvira mientras mis lágrimas se confundían con el zumo de cebada que se derramaba sobre la barra el día de mi partida. ¡Ay, si los 0 lo supieran! 0diarían tanto como yo a ese maldito numerito digital del salpicadero, por recordarme lo que hecho de menos el frío de mi tierra.
Añoro ese aire de la sierra, que baja y convierte los mojones de perro en calipos a su paso, incrustando los 0 grados en los termómetros de las farmacias y congelando la Fuente del Aceituno ¡Joder! ¡Como hecho de menos la sensación de los sabañones creciendo en mis orejas! Este invierno me está jugando una mala pasada, acentuando mi melancolía con su traicionero y benigno clima Mediterráneo. ¡Reivindicamos los plumones y gorros de lana! Por su culpa y su boicot a las bufandas no hago más que recordar la tierra mora y sus gentes, a mis queridos paisanos.
Recuerdo con ternura las viejas que se te cuelan descaradamente en la cola del supermercado, usando su senectud como arma intimidatoria, los atascos de la circunvalación con el agradable intercambio de opiniones entre conductores, el olor a frito de los bares que se queda varios días en el pelo, pero sobre todo la farola de Puerta Real, descrito como el auténtico y genuino epicentro de la malafollá, noble carácter autóctono que infecta a los habitantes de esta tierra y que incluso ha descrito algún caso de contagio al visitante. Algunos historiadores defienden como la verdadera causa de la expulsión de los moros a esa mezcla de mala hostia y apatía que el granaíno de pura cepa reparte a cascoporro sin ningún tipo de discriminación por edad o sexo, y que actúa preferentemente en las tascas y en los bancos de las plazas mientras se leen en el “Ideal” las cartas al director agradeciendo la buena atención del personal del Ruiz de Alda. Porque malafollá por ejemplo, es la de las castañeras ambulantes, que debajo del Triunfo y embaucándote con su rico olorcillo, te sangran 6 euros por 6 castañas, eso si, deliciosas y flatulentas como ningunas, directas de la Sierra de Huetor. Y esas gitanas que te llenan de dicha con sus predicciones y sus ramas de tomillo, y de maldiciones cuando no le das el eurico porque prefieres gastártelo en el bar. Y es que ahora más que nunca me acuerdo de la cañita de antes de comer, bendita costumbre, tan nuestra como la procesión de la tarasca de la Feria del Corpus, el prefijo 958 o las tapas de los bares, santuario por excelencia del granaíno y lugar de meditación, debate y exaltación de la amistad, donde se llena la mente a la vez que la panza. Pero uno no descubre las auténticas tapas hasta que no se ha comido un bocadillo de habas con jamón. Auténtico manjar de la gastronomía de la tierra, que como de verdad se disfruta es en compañía de una caña mientras se critica la labor del alcalde de turno o el mal arbitraje del domingo en los Cármenes. Aunque para Carmen, el de los Mártires, pedazo de cielo en la tierra, mezcla de jardines y aberraciones históricas, gobernado por faisanes y patos, ya casi tan escasos como el entretiempo, donde uno puede acabar ebrio de belleza, o de litronas. Aunque para esta actividad mejor ir al paseo de los tristes, sentarse a la vera del Darro, brindar con Alhambras debajo de la idem mientras te comes unos piononos, y en el momento de apogeo etílico realizar un espirituoso peregrinaje hasta los pies de la estatua del gitano chorrojumo, disfrutando de la puñetera suerte de vivir en esa puñetera ciudad.

En fin. Ser granaino, una enfermedad como otra cualquiera…

miércoles, 16 de enero de 2008

LOS PEQUEÑOS PLACERES DE LA VIDA


- despegar una pegatina lentamente
- andar descalzo
- quedarse sentado en el coche, escuchando como termina la canción que suena
- Futurama
- la parte fría de la almohada
- el tacto de unos pechos de verdad
- lavarse el pelo y descubrir lo bien que le queda a uno el look a lo Aragorn en la batalla del abismo de Helm
- el primer trago de cerveza
- hundir las pequeñas pelusitas que flotan en la taza del vater mientras se mea
- el olor a tierra mojada
- descubrir un billete de diez euros al sacar la ropa de entretiempo
- la infravalorada posición del misionero
- dormir
- hurgarse la nariz
- comprobar que no eres el único al que todo le sale mal
- hablar con mi padre
- hablar con mi perro
- mentir
- Leonor Waitling
- Las ojeras de Leonor Waitling

Y por último

- realizar estúpidas listas que no llevan a nada