miércoles, 23 de enero de 2008

ALEGATO MERIDIONAL


Esos atípicos 14 grados que se han abonado a aparecer en el termómetro de mi coche cada mañana han despertado en mí una aletargada melancolía que hasta ahora dormía en algún cajón del armario, junto a los pantalones de pana y la cartilla de la General. Una estúpida sensación que no sentía desde que escuché el último disco de los 091 en un garito de quinquis de Calle Elvira mientras mis lágrimas se confundían con el zumo de cebada que se derramaba sobre la barra el día de mi partida. ¡Ay, si los 0 lo supieran! 0diarían tanto como yo a ese maldito numerito digital del salpicadero, por recordarme lo que hecho de menos el frío de mi tierra.
Añoro ese aire de la sierra, que baja y convierte los mojones de perro en calipos a su paso, incrustando los 0 grados en los termómetros de las farmacias y congelando la Fuente del Aceituno ¡Joder! ¡Como hecho de menos la sensación de los sabañones creciendo en mis orejas! Este invierno me está jugando una mala pasada, acentuando mi melancolía con su traicionero y benigno clima Mediterráneo. ¡Reivindicamos los plumones y gorros de lana! Por su culpa y su boicot a las bufandas no hago más que recordar la tierra mora y sus gentes, a mis queridos paisanos.
Recuerdo con ternura las viejas que se te cuelan descaradamente en la cola del supermercado, usando su senectud como arma intimidatoria, los atascos de la circunvalación con el agradable intercambio de opiniones entre conductores, el olor a frito de los bares que se queda varios días en el pelo, pero sobre todo la farola de Puerta Real, descrito como el auténtico y genuino epicentro de la malafollá, noble carácter autóctono que infecta a los habitantes de esta tierra y que incluso ha descrito algún caso de contagio al visitante. Algunos historiadores defienden como la verdadera causa de la expulsión de los moros a esa mezcla de mala hostia y apatía que el granaíno de pura cepa reparte a cascoporro sin ningún tipo de discriminación por edad o sexo, y que actúa preferentemente en las tascas y en los bancos de las plazas mientras se leen en el “Ideal” las cartas al director agradeciendo la buena atención del personal del Ruiz de Alda. Porque malafollá por ejemplo, es la de las castañeras ambulantes, que debajo del Triunfo y embaucándote con su rico olorcillo, te sangran 6 euros por 6 castañas, eso si, deliciosas y flatulentas como ningunas, directas de la Sierra de Huetor. Y esas gitanas que te llenan de dicha con sus predicciones y sus ramas de tomillo, y de maldiciones cuando no le das el eurico porque prefieres gastártelo en el bar. Y es que ahora más que nunca me acuerdo de la cañita de antes de comer, bendita costumbre, tan nuestra como la procesión de la tarasca de la Feria del Corpus, el prefijo 958 o las tapas de los bares, santuario por excelencia del granaíno y lugar de meditación, debate y exaltación de la amistad, donde se llena la mente a la vez que la panza. Pero uno no descubre las auténticas tapas hasta que no se ha comido un bocadillo de habas con jamón. Auténtico manjar de la gastronomía de la tierra, que como de verdad se disfruta es en compañía de una caña mientras se critica la labor del alcalde de turno o el mal arbitraje del domingo en los Cármenes. Aunque para Carmen, el de los Mártires, pedazo de cielo en la tierra, mezcla de jardines y aberraciones históricas, gobernado por faisanes y patos, ya casi tan escasos como el entretiempo, donde uno puede acabar ebrio de belleza, o de litronas. Aunque para esta actividad mejor ir al paseo de los tristes, sentarse a la vera del Darro, brindar con Alhambras debajo de la idem mientras te comes unos piononos, y en el momento de apogeo etílico realizar un espirituoso peregrinaje hasta los pies de la estatua del gitano chorrojumo, disfrutando de la puñetera suerte de vivir en esa puñetera ciudad.

En fin. Ser granaino, una enfermedad como otra cualquiera…

miércoles, 16 de enero de 2008

LOS PEQUEÑOS PLACERES DE LA VIDA


- despegar una pegatina lentamente
- andar descalzo
- quedarse sentado en el coche, escuchando como termina la canción que suena
- Futurama
- la parte fría de la almohada
- el tacto de unos pechos de verdad
- lavarse el pelo y descubrir lo bien que le queda a uno el look a lo Aragorn en la batalla del abismo de Helm
- el primer trago de cerveza
- hundir las pequeñas pelusitas que flotan en la taza del vater mientras se mea
- el olor a tierra mojada
- descubrir un billete de diez euros al sacar la ropa de entretiempo
- la infravalorada posición del misionero
- dormir
- hurgarse la nariz
- comprobar que no eres el único al que todo le sale mal
- hablar con mi padre
- hablar con mi perro
- mentir
- Leonor Waitling
- Las ojeras de Leonor Waitling

Y por último

- realizar estúpidas listas que no llevan a nada

jueves, 10 de enero de 2008

FEOS


Los feos hemos sido los grandes marginados desde el comienzo de los tiempos, porque, perjudicados por nuestras pintorescas jetas , hemos quedando siempre relegados a un segundo plano, siempre dados de lado por los bellos, que presumidores de su condición se alzaban con el éxito social subidos en un pedestal de vanidad desde el cual nos miraban y se jactaban de su genética afortuna, bebiendo de botellas de petulancia despreciando nuestra bien avenida labor social. Y es que para que haya guapos, debe de haber feos, proporción que de no existir rompería el equilibrio universal conllevando un cataclismo de nefastas consecuencias, y sin embargo no lo agraden con mofa y escarnio.
Cuantas humillaciones sufridas por nuestra comunidad durante lustros, huyendo de los pescozones de chulitos de instituto hipervitaminados que hoy se han convertido en los reyes de la hormigonera, y que con su tupé de brillantina nos robaban el dinero del almuerzo haciéndonos pasar hambre, como si fuésemos refugiados de guerra, escudándonos detrás de nuestras gafas y tirantes.
Y es que no son pocos los feos que, habiendo siendo una pieza clave de la gestación de la humanidad, no son hoy reconocidos como se merecen, convirtiéndose unos pocos como Picio en la excepción que confirma la regla, aunque en este caso su mayor mérito resida en haber sido feo.
Pero por fin la historia ha hecho justicia y lo feo se ha puesto de moda. Los feos intentábamos huir de nuestra condición, cabalgando entre lo apolíneo y lo dionisiaco intentando encontrar un hueco en la parte media de la tabla, sin querer destacar, cuando de pronto esas estúpidas tendencias actuales decretan que lo feo mola. Esas pinturas hechas por niños de jardín de infancia, esos 4 alambres retorcidos en medio de una plaza, esos tipos de rostro insultante abrazados a supermodelos. La moda del bizarrismo está por todas partes: por las calles, por la televisión, por los bares. Ahora los feos son guapos. Y eso me alegra, porque por fin podemos lucir nuestra ortodoncia sin complejos y usar pajarita sin miedo a represalias. Es más, incluso ahora han vuelto los pantalones de pitillo. Comienza una nueva época para los feos. Comienza nuestra época.
Ya lo dijo el sabio: “Cuando las cosas se ponen feas, los feos entran en acción

viernes, 4 de enero de 2008

CARTAS


Esta mañana encontré un cajón donde guardaba tus viejas cartas, cartas llenas de adjetivos rebuscados que con tinta emponzoña me escribías. Me hiciste recordar.
En ellas no decías más que mentiras, que me querías o que no te olvidarías. No se a quien pretendías engañar, solo eran palabras tiznadas de cinismo, porque todos sabíamos como acabaría; un final tan predecible como el de una mala película de amor (¿o de odio?) Aún quedan en ellas letras emborronadas por lágrimas de ciencia ficción, que con pasmosa facilidad brotaban y atravesaban tus mejillas periódicamente, mientras el lápiz de ojos se derramaba por tu cara tiñéndola de pardo, igual que hacia mi corazón con tu frívola actitud.
No dudabas en recurrir con desvergüenza a tus viejas argucias, usando el chantaje emocional tan bien como D´artagnan su afilada espada, hiriéndome sin remordimiento, vanagloriándote de tu gran amor hacia mí. Reclamo para ti el oscar a la mejor actriz dramática.
Tus cartas…Ojalá te las hubieras llevado contigo, igual que hiciste con mi dignidad, mi corazón y mi coche.

Pero hoy he recibido la carta que tanto deseaba ver llegar. La invitación a tu funeral.