sábado, 6 de septiembre de 2008

En tus zapatos


Todos hemos tenido alguna de esas noches de sábado. Noches de vagabundeo errático taciturno. Noches de paseos en la nocturnidad en las que en lugar de lucir nuestra juventud en la barra de un bar nos escudriñamos en la vaga soledad de la clausura del hogar, quemándonos las pestañas delante de la pantalla del ordenador, apáticos en la medianoche repasando tiempos pasados y desventuras añejas. Son las noches para nostálgicos. En esas noches ese estúpido sentimiento melancólico se atenaza en el espacio subarácnoideo a traición, desatando recuerdos que brotan en cascada pasando por nuestras retinas a la vez que esbozamos una media sonrisa tonta, y así, casi sin querer, trasteas en el ordenador, y es cuando llegas a esa maldita carpeta en la que está archivada por riguroso orden cronológico la colección de una vida en fotografías. Momentos grabados de cumpleaños, novias, borracheras, que conviven en una carpeta de Windows junto al porno y las descargas ilegales, llenas de telarañas digitales que sustituyen a los gordos albumnes de fotos que antaño coleccionaban polvo en las estanterías. Y cuando con tu mano insensata guiada por el fantasma burlón del recuerdo pulsas el botón derecho del ratón estás perdido. Ahora ya si es inevitable hacer un sentido repaso de los momentos pasados plasmados en las 2 dimensiones de la pantalla LCD, aderezando cada retrato con suspiros fuera de tono. Suspiros por esos veranos de ayer, suspiros por esas juergas estudiantiles. Se plantean las preguntas ¿Por qué Karina tenía razón y cualquier tiempo siempre nos parece mejor? ¿Por qué por muy bien que estemos hoy siempre añoramos una época anterior? ¿Por qué somos tan estúpidos y volvemos a repasar esas imágenes si sabemos a ciencia cierta que nos van a deprimir? ¿Por qué ahora estoy más calvo? ¿Por qué tanto por qué? Una serie de incógnitas en la ecuación de ese camino entre 2 puntos que es la puñetera vida, un vago inconformismo inherente a todo ser humano. Pero aunque creamos que los únicos desgraciados somos nosotros todos miramos de esa manera llorona fotografías, incluso los famosos y adinerados. Hasta las estrellas de Hollywood, con su pompa y glamour repasan la antología de sus recuerdos con desdicha e insatisfacción. Seguro que Kim Basinger se ha retrepado en una mecedora de su alcoba más de mil veces con una baraja de fotos en las manos, acordándose de cuando era la joven novia de Batman o la atractiva amante de Michey Rourke. La fortuna le sonreía entonces y ahora se pregunta como ha terminado haciendo de la madre de Eminem.
Pero así es, y mientras permanecemos sedados por el recuerdo el futuro pasa delante de nuestras narices en todo momento, mientras tomas café en la terraza, mientras haces calceta vespertina. Da igual que te escondas debajo de la mesa. Te va a encontrar igual y acabarás sintiendo tan añoso como el rito de separar las piedras de las lentejas.
La vida nos engaña con faroles como en una buena partida de póquer, y transcurre en un suspiro, exhalada a pesar de parecer lenta como una película de Antonioni.

Pero toda regla tiene una excepción y no a todo el mundo le da por las fotos. En una noche tonta de sábado Kubrick se puso a escribir el guión de “2001, odisea en el espacio”

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