martes, 29 de septiembre de 2009

El verano por fín expira, duró poco inexplicablemente, pero es grandioso


Estaba deseando que llegara Septiembre. Ver los kioskos empapelados de coleccionables mientras la estación más odiosa del año da estertores, colgar el bañador en una vieja percha con telarañas, cansado de barrer arena del rellano. El verano es la estación con más acólitos del almanaque pero sin embargo en mi desata la más furibunda de las misantropías, no se si debido a mi proverbial carácter huraño o a que odio sudar sin que haya sexo. Para lo que la gente es felicidad para mi es desasosiego. El verano es una estación llena de conceptos abstractos. Legión huye hacia las playas intentando disimular una alarmante falta de conocimientos sobre geografía. Yo espero que mi ira provoque un seísmo de catastróficas consecuencias para los seres vivos, pero tan solo obtengo una cefalea gigantesca. Es una cosa que va por gustos, como a esos que adoran las películas con besuqueo y mucho pastel. Yo sin embargo prefiero más las de casquería y tiros. De hecho estoy escribiendo un guión que algún día dirigiré, en el que el protagonista atropella a Stephen King por una deuda de juego contraída a principios de los 90. Tendrá una banda sonora de Jamiroquai y reservo el papel protagonista para Bruce Cambell. Cada noche escribo un buen puñado de páginas con una vieja máquina de escribir herencia de mi abuelo que encontré en el desván, y a la que le falta la letra “n”, mientras me fumo un paquete de Ducados en el balcón de mi casa. Solo fumo cuando escribo, y me gusta tanto que creo que escribir es una excusa para poder fumar. Fumo de lado, derramando la ceniza y consumiendo hasta el filtro. Se que es malo pero todo buen perdedor tiene que fumar. Si no fumase sería un perdedor de poca monta. Si no fumase perdería entidad. Hubo una temporada en lo que lo dejé, pero la ansiedad acabo con las zonas angulosas de mi figura. Teniendo que elegir entre una obstrucción arterial y un enfisema pulmonar me decidí por volver a fumar, que por lo menos es estiloso. Aún conservo una gloriosa curva que adorna mi perfil. Aislamiento por capas donde puedo jurar que una vez tuve abdominales. Fue precisamente poniéndome a dieta cuando descubrí lo único bueno que tiene el verano: Los corazones de sandía.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Oda a Harrison Ford


¡Oh, Harrison! Ford como mi Focus
tu sin duda eres el mejor actor bajo nuestro solete
fuiste Han Solo, Indiana Jones y Rick Deckard
tan solo te falta interpretar el biopic de Falete

Empezaste en un plató como carpintero
pero pronto entraste en escena
por allí estaba tito Lucas
que sabía que eras un tipo que valía la pena

En Apocalyse Now de Coppola también salías
pero apenas tienes una escena
si te descuidas un momento no lo cuentas
llega Marlon Brando y te conviertes en su cena

Tito Lucas que estaba inspirado te llamó otra vez
te dio una chupa, un látigo y un sombrero
¡Busca reliquias, mata nazis!
¡Y elige el cáliz de madera, que San José era carpintero!

Siempre decías que Blade Runner no te gustó
fue esa desgana la que la hizo tan interesante
a lo mejor Scott hace otro montaje
y por fin en ella te lo puedes montar con la replicante

Aunque la gente no se acuerde también hiciste de Jack Ryan
un agente de la CIA buena gente y con corazón
que le da mil patadas al que hizo el de los Baldwin
(en esa familia son más que en una manifestación)

En tu vida tampoco te han faltado nenas
dormias con Michel Pfeiffer y Anne la bollera le dabas besos
así que explícame por favor con tanta tía buena
como acabaste con la de Ally Mcbeal, que es un saco de huesos

Y por si faltaba poco en tu carrera
también hiciste de Presidente
un jefe de los USA molón
que daba tollinas, patadas y collejas en la frente

Pero yo creo mi querido amigo
que tu hora terminó
después de ver como cogías de nuevo el látigo
mejor vete al bar a jugar al dominó

domingo, 6 de septiembre de 2009

Porque los charcos también tienen problemas


Y de pronto amaneció solo. Eran las 6.35 de la mañana, el sol asomaba perezoso por el horizonte y en un momento sus perspectivas habían dado un giro de 360 grados. Desconcertado, atrapado en una roca a tan solo 30 centímetros de la libertad, sin saber como se había metido en ese brete. Una mala ola lo había varado en una roca, quizás juguetona y sin mala intención, quizás rencorosa lo hizo con inquina y premeditación. Daba igual, ya no tenía remedio. Por su culpa ahora era un charco atrapado en una roca. Y aunque un charco sea por definición una masa de líquido estancado a él no le gustaba ese rol. Prefería formar parte de un todo, de una inmensidad, estar en la compañía de otros charcos hasta llegar a formar juntos un mar e incluso un océano. Tenía debilidad por el Pacífico. Siempre había querido que tiburones, ballenas y rémoras lo surcasen; descubrir si de verdad existían las sirenas y los tritones, y ahora solo podía aspirar a secarse o a cobijar algún cangrejo ermitaño de paso. Posado y tranquilo añoraba el bullicio y jarana de la mar.
Pero no desespera. Esta noche se aliará con la luna para que se esconda y haga crecer la marea, devolviéndolo así con sus hermanos, fundiéndose en un abrazo con el resto de los charcos, y quizás algún día cumplir su sueño y formar parte del Océano Pacífico.