viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir follar como animales?


Esta entrada no trata sobre sexo, ni tan siquiera sobre amor. El título solo es producto de una mezquina maniobra comercial para atraer lectores. La culpa no es mía, es del sexo, que vende. Esta entrada en realidad trata sobre un bañador. Un bañador que me compré ayer. Me encanta. De color rojo y clara inspiración ochentera. Tiene un estampado lisérgico, un cordón morado y un bolsillo con velcro. Se que a estas altura de verano no procede comprarse un bañador, pero a mi me gusta darme mi primer baño en Septiembre. La gente se sorprende y me señala, pero no me resulta raro, siempre me han dicho que me gusta hacer las cosas a destiempo, y tal vez tengan razón. Hago cosas como comer pucheros en verano y frigopies en invierno o dormir desnudo pero sin quitarme los calcetines. No creo que se trate de ningún desorden mental, simplemente un contumaz espíritu de contradicción aliado con mi innata capacidad para llegar tarde. Las dos cosas son verdad, sobre todo lo de llegar tarde. Siempre llego tarde, lo hice hasta en mi nacimiento. No es la primera vez que me lo insinúan, sobre todo mi madre que constantemente me dice que soy retrasado. De hecho, debido a mi costumbre de llegar tarde tuve un accidente. Fue cuando era domador de leones. Una día llegué tarde a la función,y el león, que era muy profesional, se molestó por mi retraso y me comió la pierna. Pero el asunto no me disgustó, al contrario, debido a eso me pusieron una molona prótesis polivante hecha a base de silicona y acero inoxidable. Me la hicieron a diseño, de un material que permite dibujar cosas y borrarlas como si de una pizarra se tratase, con lo cual puedo cambiar de tatuaje las veces que me de la gana y se puede desmontar, usándose como arma de defensa o como delirante juguete sexual. Además les pedí a los técnicos que incluyesen compartimentos secretos para guardar cosas, como la de Robocop.
Pero sobre todo hay que ver que bien combina con mi nuevo bañador rojo.

martes, 14 de septiembre de 2010

Tengo una pregunta para usted...


¿...Me dará mi médico la baja por padecer una crisis existencial?

domingo, 5 de septiembre de 2010

En una casa pequeña la puerta siempre está más cerca


Me encanta estar solo. Aunque también me gusta estar acompañado. Arriba y abajo alternativamente, abajo si me dejan elegir. Algunos me llaman huraño, otros soberbio. Yo me considero un incomprendido. Una alteración genética me hace ver el mundo en slow motion, como las películas con maquetas de Ray Harryhausen. Desfasado. No es que nadie esté a mi altura, es que nadie va a mi velocidad. Es por eso que a veces me invitan a fiestas y sin querer acepto. Es lo que tiene que tu interlocutor te parezca caricaturesco, te descojonas y le das la razón como a los locos.
Comprometido por culpa de mi ineptitud entro a desgana en la habitación. La música me acompaña a la vez que veo a la gente moviéndose a 50 fotogramas por segundo. Me saludan, les saludo, pero lo único que me importa es ese ponche junto al bar mugriento: aguardiente, azúcar, limón, té, agua y ácido desoxirribonucleico. Súmalos y verás como las matemáticas nunca fueron tan apasionantes.
Regateando tipos candidatos a hacer de Pingüino en la tercera película de Batman trato de llegar a la ponchera. Esto no quiere decir que yo necesite beber, es el resto del universo es el que necesita una copa de más. Mientras me relamo con el aterciopelado sabor del desoxirribonucleico una chica con los dedos púrpura se acerca a mí. Pelo rizado y un vestido azul, se come la anchoa y aparta la aceituna. Me pregunta si considero correcto usar dos veces la palabra gato en el mismo título aunque se refiera a cosas distintas. Ella sola lo debate y se responde. Yo no dejo de pensar en lo mucho que se parece a Cyndi Lauper. Eso me recordó a cuando fui una estrella pop de los años 80. De hecho por mí se acuñó el término de “estrella pop de los años 80”. Incluso una canción mía salió en la banda sonora de “Miami Vice”. Gloria efímera con la que pasé de moda junto a los sintetizadores y los peinados caldados.
Mientras trato de recordar la portada de mi segundo Lp la chica que se parece a Cyndi Lauper me coge de la mano y me invita a ir a su casa. No me parece demasiado atractiva pero en el coche siempre llevo una vieja botella de ron junto a un rastrillo de seis dientes.
Pero esto no es lo que creo y el día se viene abajo. En su casa, en su cama y no estoy desnudo sobre la cama, solo pienso en que ojalá tuviera un buen granizado de diazepam.
Es la primera vez que una chica me invita a su casa para escuchar “El larguero”.