lunes, 1 de marzo de 2010

Lo que tenía que suceder


No solo se trataba de ser pusilánime. Reconociendo su escasez de valentía se mantenía agazapado en el quicio de la ventana, escondido, convirtiendo a la oscuridad en su mejor aliado mientras con su mano derecha sujetaba la toalla celeste, único elemento con el que iba ataviado. Era consciente de que sus escasas virtudes quedaban ridiculizadas ante la torre inclinada que formaban sus defectos, pero esto era una circunstancia de causa mayor. Ahora se lamentaba por molestar al cura que le deba religión en sexto de la EGB, y deseaba recordar algunas de esas oraciones que cantaban al unísono en clase mientras el dibujaba falos en su escritorio y en los libros de su vecino de pupitre.
Estar encaramado al alfeizar de una ventana semidesnudo a la altura de un séptimo piso no era como se había imaginado que acabaría esa noche. Siempre había admirado al Hombre araña, pero esto era ridículo.
Si ese artista de cabaret barato no hubiera suspendido su concierto…Ese era otro de su abanico de defectos. Siempre buscaba culpables, un niño malo al que echar las culpas, un cabeza de turco que pague por sus errores. Cuando aprenderá que si se veía en ese tipo de situaciones comprometidas era solo por si mismo. Si no pretendiese a una mujer casada no hubiera acabado así, por mucho que ese artista de pacotilla suspendiese un recital.
El miedo le hacía olvidar el frío. Si caía al vacio encontrarían en la acera un cadáver de un hombre con el pene de una mujer y una mancha marrón en el trasero. Sus cansadas piernas empezaban a protestar por su postura encogida. ¡Esa maldita puerta que sonó!No podía haber sido un par de amigas ninfómanas o su hermana gemela en tanga. Había que tirar de clichés.
Pero en realidad la culpa no era ni del músico, ni de su promiscuidad. Ni su exceso de testosterona, ni su falta de elementos morales perdonaban su mala cabeza. Y es que solo a él con su falta de destreza habitual se le ocurriría rondar a la mujer de un ex campeón de boxeo sonado.