martes, 27 de mayo de 2008

Mis mejores mentiras


- Te quiero
- Estaba así cuando llegué
- Por supuesto que cocinas mejor que mi madre
- Eres la única mujer de mi vida
- Me estaba bajando Piratas del Caribe y resulta que es una porno
- No mama, de verdad que no me drogo
- Internet solo lo uso para mandar correos y leer el periódico
- Una más y nos vamos
- No te va a doler
- Yo lo dejo cuando quiera
- El interviu lo leo por los artículos
- La última vez que bebo
- Es que no llevo la cartera encima
- Cariño, de verdad que no estas gorda
- ¿En serio que playboy tiene pagina web?
- Esa camisa te sienta muy bien
- No eres tu, soy yo
- Estaba en naranja

Y mi favorita

- Chupa, chupa, que ya te aviso.

lunes, 19 de mayo de 2008

Manías


Lo reconozco. Siempre he sido un poco maniático. Siempre he tenido problemas de adaptación con ese tipo de cosas cotidianas que para la gente corriente pasan inadvertidas pero que a mi se me enquistan en el encéfalo tortuosamente, ronroneándome en el subconsciente de forma malsana. Estoy condenado a ritualizar mi vida diaria. Esas pequeñas cosas, como la temperatura de los líquidos o el hecho de ver un armario abierto. No las soporto. Es superior a mis fuerzas. Si me encontrase en una habitación del tamaño del palacio de Carlos V repleta de chicas en bikini y hubiera un armario abierto, mi atención se centraría solo y exclusivamente en el armario, alienado por los señores del Ikea. No, esto no es homosexualidad, es un serio problema. Puestos a elegir me podía haber dado por la ninfomanía. Pero no es así, y mi calidad de vida se ve maltrecha de forma considerable. Mi psicoanalista dice que este trastorno es muy común y que debo aprender a dominarlo relajándome y no dejándome absorber por mi interpretación de las cosas, eliminando la carga de dramatismo que les aporto. Claro, eso muy fácil de decir para un tipo que cobra 70 euros por estar escuchando durante media hora las tonterías de un chalado en un diván. Eso si, por lo menos el diván es mullidito, solo que es de sky y en verano se pega uno. Con estas locuras muero poco a poco, como Pat Garrett, pero sin disparar a un espejo.
Y el caso es que pensándolo mucho he llegado a la conclusión de que en realidad las manías son culpa mía. Que son todo un producto de mi subconsciente. Son comedias ectoplásmicas que se engendran en las profundidades de mi cerebro por un aumento de noradrenalina inducido por mi mismo, para así tener una excusa para visitar al psicoanalista. Porque visitar al psicoanalista es una de las cosas mas divertidas que se pueden hacer hoy día, al menos con los pantalones puestos. Un diván cómodo, una charla agradable, un señor con barba freudiana y la aspiración de ser el nuevo Paul Lorenz. Que más se puede pedir. Un señor que en un momento de inspiración suprime tus pulsiones y reduce tu libido con un perfecto método introspectivo. Todo por unos módicos 70 euros.
Eso si, yo sigo sin poder ver un armario abierto

martes, 13 de mayo de 2008

Anécdotas verídicas del curro: Vol. I


Centro de Salud,1 de Mayo día del trabajo,19:15 horas

- Urgencias,¿Digame?
- Hola, buenas tardes. ¿Sabe si hoy abre el carrefour...?
- ...

Sin comentarios

viernes, 9 de mayo de 2008

El 1


En la misma puerta del Parque de la Ciencias. Junto a Einstein. Una tarde de primavera.
Ese es el mío. El 1. Inconfundible.
La Cruz de Lagos. Con su camino de piedra, sus cipreses, sus tilos y su pérgola de madreselva. Cuantos paseos a la penumbra.
Ahí sube una chiquilla, corriendo por el Paseo del Violón, detrás de una pelota. Las farolas empiezan a encenderse, las golondrinas a recogerse.
La acera de Darro. Centro neurálgico, pasarela de estío. Paso por la puerta del Corte Inglés. Aquí también hay chiquillas, y no tan chiquillas, vestidas a la moda, como la mismísima Tarasca.
Cogemos para Puerta Real, en la esquina con recogidas, en la farola, el epicentro de la malafollá. Un bocadillo de habas.
A la diestra la plaza del Carmen. Con ese caballo donde antes había una peineta. Vigila los viandantes. Soporta la caló. Mira las hojas acorazonadas que dan sombra a la vejentud.
Justo encima los Reyes Católicos. Abrumados por el bullicio. Recordando cuando éramos la capital del reino. Taciturnos en el gentío, encarados a la Gran Vía, donde pasean las niñas. Bendita primavera que alarga los días y recorta las faldas.
Un semáforo en la puerta de la catedral.
Que cerquita queda calle Elvira, y a la vuelta de la esquina el triunfo. Cuantos litros a la vera de la fuente, mientras el sol dibuja sombra el suelo, mientras acariciamos la tarde, mientras le robábamos al silencio.
Sube para medicina y la avenida de Madrid donde aún la biblioteca biosanitaria desprende olor a exámenes, donde en la puerta quedan las colillas de noctámbulos estudiantes buscando el final de la noche.
Aquí me bajo yo. Ese es el mío. El 1. Inconfundible.

domingo, 4 de mayo de 2008

Icaro



¿Alguna vez te has sentido como Icaro? ¿Has sentido esa sensación de que se te derriten las alas, de que justo cuando estas a punto de tocar el sol se deshace la cera, de verte a ti mismo caer mientras el brillo se aleja? Yo si. Justo ayer. En el bar. Como siempre por culpa de una mujer.
Era todavía temprano y yo estaba solo en la barra, tomándome una cerveza fría mientras ponía en orden mis pensamientos, ensimismado, pensando en cuando los bares eran lugares clandestinos, cuando de repente apareció ella. La puerta se abrió y entre el humo apareció, subida en unos tacones negros y con un bolso de mano. Brillante, resplandeciente, tan incandescente como Rita Hayworth en “Gilda”. De manera elegante se sentó en el taburete, justo en frente mía y con un sutil gesto llamó al camarero, que inmediatamente le sirvió una piña colada. Bebía de forma discreta, a pequeños sorbos, manchando de carmín rojo el borde del vaso haciéndome sentir envidia de ese pedazo de cristal mientras, de forma distraída pero consciente de su poder de seducción, se mesaba el cabello. Yo no podía dejar de mirarla, me tenía hipnotizado, y lo peor de todo es que ella lo sabía. Era cuestión de tiempo que comenzara entre nosotros un intercambio de furtivas miradas por encima de la barra, como si de un íntimo juego de estrategia se tratara, meditando cada movimiento, sopesando cada jugada. El duelo comenzó con un lanza y esquiva, hasta que ella tuvo un desliz y a causa de un movimiento mal calculado nuestras miradas se cruzaron durante unas décimas de segundo, ínfima porción de tiempo que más bien se asemejó a la guerra de los 100 años. Rápidamente aparto los ojos y esa victoria en el primer envite me llenó de moral. A sabiendas de su desliz no le quedó más remedio que sonreírme, con la cabeza baja, con la mirada tímida. ¡Dios! ¡Con esa mirada me ganó por goleada! Esa sonrisa desprendía una luz que parecía robada de un cuadro de William Turner.
Creyendo que la victoria final sería mia hice acopio de fuerzas, di el trago definitivo a la jarra y con el pecho como un palomo me dirigí hacia ella. Ahora no recuerdo si fue exactamente así o era mi excitada imaginación, pero yo juraría que al comenzar a andar el Dj me brindó el tema “Eye of the tigre”
Dispuesto, recio, categórico, imparable…hasta que cuando un escaso metro me separaba de ella un Madelman tamaño King size apareció de la nada y con un sonoro beso marcó tajantemente su territorio.
Completamente derrotado me retiré al descanso del guerrero y recuperé mi sitio en la barra aún caliente, pensando en lo que podía haber sido y no fue, lamiéndome las heridas de la derrota y obteniendo únicamente esta mierda de historia. FIN