martes, 22 de diciembre de 2009

El del árbol de Navidad


El era un abeto más, uno entre tantos dentro del inmenso bosque. Feliz en el monte y de temprana edad, quizás algo acomplejado por su estatura todavía escasa si la comparamos con la de sus decenarios hermanos, pero más verde y frondoso que la mayoría. Sus primeras piñas comenzaban a brotar en las hojas dando fe de su madurez, mientras estas enseñaban tímidos piñones que pronto volarán a tierras extrañas. De cuando en cuando algún despistado pájaro lo examina, decidiendo si anidar allí o elegirlo como su catre esa noche, pero hoy todos vuelan espantados. Un leñador camina por allí. Protegido del helor con su camisa a cuadros y su gorro de lana, aparta las ramas a su paso indeciso con una brillante y afilada hacha, mirando a los lados, eligiendo su víctima con pausa, hasta que se planta delante de él. Se creía a salvo entre la multitud, protegido por su inmadurez, pasando desapercibo entre gigantes de madera, pero es precisamente su pequeña pero recia constitución la que lo han condenado. Dos certeros hachazos bastaron para hacerlo caer. Perplejo se ve arrastrado por la nieve hasta la baca de un todoterreno embarrado, donde es sujetado con firmes cintas que parten sus ramas más frágiles, mientras mira incrédulo como se va alejando bruscamente del pinar. En su nuevo destino es zarandeado y colocado en un macetero sujetado con piedras, que como él han sido arracadas de su hogar en la playa, hasta que sin darse cuenta acaba en la esquina de una sala de estar, engalanado hasta la copa con bolas, guirnaldas y figuritas, rodeado de regalos con envoltorios y lazos de todo tipo de tamaños y colores, con niñas en pijama correteando alrededor y un perro que trata de orinarse en él. Jamás había estado tan elegante y luminoso. Una felicidad enfermiza. La estampa era realmente linda, pero no dejaba de ser una belleza mortal como la de la milla verde. Su porte era majestuoso pero comenzaba a ser consciente de que su reinado sería tan efímero como el de Luis Felipe I. Concretamente de 14 días. Los 14 días que dura la Navidad. Los 14 días que lo separan de un contenedor.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Cosas que no desearías escuchar a la mañana siguiente de tener sexo con una desconocida


- Buenos días, por cierto, llámame Manolo.
- Me voy, que tengo que recoger los resultados de la prueba de VIH
- En realidad estoy casada. Mi marido era guardia civil, pero le obligaron a dejar el cuerpo por un trastorno explosivo-intermitente
- ¡Vaya!¡Ayer olvidé tomar la píldora otra vez!
- Para esta mierda me hubiera quedado en casa
- Hola hijo
- Vaya, pues parece que no son tan malos esos preservativos de los chinos...
- Que suerte haberte conocido tan pedo en aquel local de ambiente.
- Verás cuando cuente esto en el insti...
- ¿Quién eres tú? ¿Que ha pasado?
- Que ilu. No se si podré esperar estos nueve meses
- ¿Cúal es el número de la policía?
- Tengo 12 hermanos trabajadores del acero que desaprobarian esto rotúndamente
- Te quiero

viernes, 4 de diciembre de 2009

Él también escucha a Chris de Burgh


Por fin es viernes. El fin de semana abre su puerta y me convida a pasar. Aunque lo cierto es que no se a que se debe tanta excitación, cuando más bien debería darme lo mismo. Últimamente creo vivir en un vórtice de desidia que me arrastra. Cada día languidezco en el sofá sin ser conciente de que se me escapa la juventud.
En realidad si soy consciente de tal afirmación, simplemente la ignoro.
Sondeo las posibilidades, cuantifico las salidas, pero mi probable elección será ir al cine a ver cualquier película cutre. Lo de las películas cutres es algún tipo de tara congénita que ni yo mismo alcanzo a comprender. Autoflagelación cinematográfica. Fascinación por lo mediocre de procedencia desconocida. Quizás sea cosa genética, pero nadie en mi familia reconoce poseer tal disfunción. Algo no debe andar bien por mi cabeza cuando se positivamente el resultado de este tipo de suicidio pasivo: maldiciones a la salida del cine, úlcera duodenal causada por la pareja trituradora de palomitas de la fila de atrás, 6 euros menos en el bolsillo. Cualquier profesional de la salud mental me obligaría a abandonar ese tipo de actitudes autodestructivas y me aconsejaría algo tan sencillo como un paseo por el parque. Me convenzo a mi mismo que debo salir, uso la sugestión, pero fuera está mi archienemigo: el invierno.
Un frente que entró por el Norte ha bajado las temperaturas, y con esa gripe de procedencia cochina rondando por ahí no es sensato salir a la calle sin cobijo, así que busco en mi cubil de hombre bestia un abrigo, chaqueta, pelliza o similar, pero entre tanto desorden es más probable que aparezca antes la Cruz del Coronado debajo de mi cama o un cadáver dentro del armario. Debería ordenar esto más a menudo. O directamente incinerar la habitación. Solo sufriría por mis pobres pelusas, Tango & Cash, amigas entrañables que han estado conmigo en lo bueno y en lo malo. Comenzaron siendo unas simples escamas de piel pero han crecido como unas campeonas. Cuando limpie esto quizás las de en adopción. Entre mimos y caricias a mis juguetonas amigas, justo al lado de mi ojo de cristal, encuentro una chaqueta de pana marrón con coderas, clásica a la par que atrevida.
Ya no tengo excusa para salir de las tinieblas y regresar al verdadero plano de la realidad, pero justo cuando abro la puerta ¡Demonios! ¡Llueve!
….
Me planto en el marco de la puerta, suspiro por lo cerca que he estado y decido volver al redil. Demasiado esfuerzo para una misma ocasión. Creo que aún el sofá conserva mi forma corpórea.
Tendido sobre el costado derecho soy el auténtico caballero de la triste figura, que orgulloso por haber estado tan próximo a su objetivo se relame con un zumo de cebada y una bolsa de ganchitos, mientras que una placa de colesterol en la cava ríe como una pérfida y crece lentamente, preparando su aparición estelar para dentro de unos años queriendo ser la auténtica protagonista de mi epitafio.

martes, 17 de noviembre de 2009

Chupacabras


El pasado domingo disfrutaba de un exceso de zumo de cebada en el sofá de mi casa. En posición horizontal apuraba los últimos coletazos del fin de semana mientras veía a Iker Jiménez en Cuarto Milenio. El programa de esa noche trataba sobre la mitología Ibérica. Todo un especial dedicado a Meigas, Faunos, Trasgos y Hadas made in Spain. Un repertorio de fábulas y bichos fantásticos que no despertaba en mí el más mínimo interés, y que solo continuaba en pantalla debido a que mi sillón había devorado el mando a distancia. Indiferencia televisiva y desinterés neuronal que no producían en mi estímulo alguno, hasta que el paranormal presentador comenzó a hablar sobre una criatura legendaria cuyo nombre casi no recordaba: El chupacabras.
Iker la describío como una criatura a veces reptiliana y a veces mamífera que ataca al ganado, presentado el cadáver una solo herida y ni una gota de sangre en su interior. Hizo hincapié en su origen sudamericano, pero relataba la aparición de multitud de casos en nuestros país a mediados de los noventa. Se especulaba en como esta criatura podría haber cruzado el Atlántico. A mi eso no me parecía tan extraño, la política Low Cost ha abierto fronteras. Volver a escuchar ese nombre me retorció el espinazo súbitamente. Debatían sobre su origen. Si ser mitológico, vestigio evolutivo o algún tipo de mutante que no había pasado por la escuela de jóvenes talentos de Charles Xavier. Pero ni Iker, ni su mujer, ni ninguno de sus colaboradores sacados de una película de Jaimito conocían la aterradora verdad. En realidad el Chupacabras es una de mis exnovias.
Se trata de una mujer despechada. Una chica a la que abandoné y que fue no capaz de asumir la ruptura. Resentida con mi género cayó víctima de la locura y huyó hacia el monte, donde comenzó a tomarla con machos cabrios, supongo que por eso de ser yo un cabrón.
Reconozco que cuando conocía la noticia no me sorprendió en absoluto. Ella siempre había sido una chica muy rural. Agreste diría yo. Le encantaba el senderismo y recoger setas. Y eso de chupar sangre ya me lo hacía a mi. Además, por si me quedaban dudas la reconocí en una de esas fotos borrosas que circulan por internet (la chica era maja pero el gasto en toallitas desmaquilladoras desorbitado). Se positivamente que vosotros lectores (si, los dos) me estáis juzgando por traumarla y convertirla en un personaje del imaginario colectivo. No era mi intención. Y el caso es que la chica en si no era mala, incluso como concepto era agradable a pesar de las taras cognitivas, pero era mi Auschwitz particular. La moza estaba afectando a mi higiene mental, y hablando de higienes mentales la mía siempre está primero, así que mis opciones se limitaban a dejarla o a conseguir la congelación espontánea. Dejarla requería menos concentración. Así lo hice, aunque desde la perspectiva del tiempo quizás un mensaje en el contestador no fuera la elección más acertada.
Se que el gesto fue mezquino y no me honra, y lo mejor no alcanzó la inmortalidad efímera con un libro edición de bolsillo, pero por lo menos he contribuido activamente a engrosar el bestiario fantástico de nuestro país.

domingo, 25 de octubre de 2009

No hay nada como la vida parásita.



La aversión al trabajo es una de mis virtudes favoritas. Me hace capaz de dilapidar mí tiempo de mil maneras distintas antes que trabajar o siquiera pensar en el trabajo. Terminar esa amenaza de novela, ver de nuevo “Moonwalker, buscar fotos policiales de famosos. Las posibilidades son infinitas. Pero hoy me he dedicado a la retrospectiva, porque es domingo, y los domingos son los días retrospectivos por excelencia. Por alguna extraña razón la combinación de Carrusel deportivo y la depresión previa a la jornada de lunes desencadena una reacción química en lo más profundo del cerebro que desentierra la más variopinta colección de recuerdos. Recuerdos de color gris y que huelen a silencio.
Hoy me dio por acordarme de aquella mañana de sexto curso, cuando todavía existía la EGB y no se engendro de la LOGSE, en la que conocimos la tabla periódica de los elementos. No tenía ni idea de que existía esa ordenación de elementos por propiedades y características que hizo Mendeliev dando buena cuenta de la cantidad de tiempo libre que disponía. Pero entre toda esa gama de números atómicos y colores había una columna que sobresalía por encima de todas las demás: la de los gases, tan nobles como su propio nombre indicaba. Los últimos, porque el postre se deja siempre al final. Serenos, majestuosos y con una serie de propiedades alucinantes. Todos los elementos gaseosos están chulo, pero los mejores son los nobles, que para eso tienen otro nombre. Durante el recreo discutía con mis amigos para decidir que gas era mejor. Cada uno tenía sus preferencias personales y apoyaba ese gas a ultranza como si su honor estuviese en juego. Marquitos era un ferviente seguidor del ozono. Lo defendía a capa y espada porque formaba la famosa capa, y le perturbaba eso de que se encontrase por la troposfera. Pero los demás nos reíamos de él porque el ozono necesita de una forma triatómica para existir como tal. Que gas más pringado.
Carlitos sin embargo de iba a lo fácil, y era más fan del hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. La santísima trilogía de la base de la materia. Elementos creaciones. Para mi son como “El Padrino”. Están muy bien pero están sobrevalorados.
A Joselito como siempre ha sido un cerdo evidentemente el que más le gustaba era el metano.
Pero para mi el mejor de todos los gases de la naturaleza sin lugar a dudas era el HELIO. Me daban igual su peso atómico, sus propiedades refrigerantes o sus efectos cuánticos. Un gas que inhalado te deja la voz tan aguda debe ser el más molón a la fuerza.

domingo, 11 de octubre de 2009

# 95


Lo reconozco, soy un maldito pervertido.
Para mi el sexo es algo marciano, ceremonioso y con tintes pseudo obsesivos. Consumo porno, practico el sexo y me masturbo todo lo que puedo. Disfruto con el, soy fetichista, promiscuo, perverso y mi dorsal es el 69.
Por eso que me preocupa que cuando encuentre pareja estable y disponga de sexo de forma habitual comience a aburrirme, como me pasa con todo lo demás

martes, 29 de septiembre de 2009

El verano por fín expira, duró poco inexplicablemente, pero es grandioso


Estaba deseando que llegara Septiembre. Ver los kioskos empapelados de coleccionables mientras la estación más odiosa del año da estertores, colgar el bañador en una vieja percha con telarañas, cansado de barrer arena del rellano. El verano es la estación con más acólitos del almanaque pero sin embargo en mi desata la más furibunda de las misantropías, no se si debido a mi proverbial carácter huraño o a que odio sudar sin que haya sexo. Para lo que la gente es felicidad para mi es desasosiego. El verano es una estación llena de conceptos abstractos. Legión huye hacia las playas intentando disimular una alarmante falta de conocimientos sobre geografía. Yo espero que mi ira provoque un seísmo de catastróficas consecuencias para los seres vivos, pero tan solo obtengo una cefalea gigantesca. Es una cosa que va por gustos, como a esos que adoran las películas con besuqueo y mucho pastel. Yo sin embargo prefiero más las de casquería y tiros. De hecho estoy escribiendo un guión que algún día dirigiré, en el que el protagonista atropella a Stephen King por una deuda de juego contraída a principios de los 90. Tendrá una banda sonora de Jamiroquai y reservo el papel protagonista para Bruce Cambell. Cada noche escribo un buen puñado de páginas con una vieja máquina de escribir herencia de mi abuelo que encontré en el desván, y a la que le falta la letra “n”, mientras me fumo un paquete de Ducados en el balcón de mi casa. Solo fumo cuando escribo, y me gusta tanto que creo que escribir es una excusa para poder fumar. Fumo de lado, derramando la ceniza y consumiendo hasta el filtro. Se que es malo pero todo buen perdedor tiene que fumar. Si no fumase sería un perdedor de poca monta. Si no fumase perdería entidad. Hubo una temporada en lo que lo dejé, pero la ansiedad acabo con las zonas angulosas de mi figura. Teniendo que elegir entre una obstrucción arterial y un enfisema pulmonar me decidí por volver a fumar, que por lo menos es estiloso. Aún conservo una gloriosa curva que adorna mi perfil. Aislamiento por capas donde puedo jurar que una vez tuve abdominales. Fue precisamente poniéndome a dieta cuando descubrí lo único bueno que tiene el verano: Los corazones de sandía.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Oda a Harrison Ford


¡Oh, Harrison! Ford como mi Focus
tu sin duda eres el mejor actor bajo nuestro solete
fuiste Han Solo, Indiana Jones y Rick Deckard
tan solo te falta interpretar el biopic de Falete

Empezaste en un plató como carpintero
pero pronto entraste en escena
por allí estaba tito Lucas
que sabía que eras un tipo que valía la pena

En Apocalyse Now de Coppola también salías
pero apenas tienes una escena
si te descuidas un momento no lo cuentas
llega Marlon Brando y te conviertes en su cena

Tito Lucas que estaba inspirado te llamó otra vez
te dio una chupa, un látigo y un sombrero
¡Busca reliquias, mata nazis!
¡Y elige el cáliz de madera, que San José era carpintero!

Siempre decías que Blade Runner no te gustó
fue esa desgana la que la hizo tan interesante
a lo mejor Scott hace otro montaje
y por fin en ella te lo puedes montar con la replicante

Aunque la gente no se acuerde también hiciste de Jack Ryan
un agente de la CIA buena gente y con corazón
que le da mil patadas al que hizo el de los Baldwin
(en esa familia son más que en una manifestación)

En tu vida tampoco te han faltado nenas
dormias con Michel Pfeiffer y Anne la bollera le dabas besos
así que explícame por favor con tanta tía buena
como acabaste con la de Ally Mcbeal, que es un saco de huesos

Y por si faltaba poco en tu carrera
también hiciste de Presidente
un jefe de los USA molón
que daba tollinas, patadas y collejas en la frente

Pero yo creo mi querido amigo
que tu hora terminó
después de ver como cogías de nuevo el látigo
mejor vete al bar a jugar al dominó

domingo, 6 de septiembre de 2009

Porque los charcos también tienen problemas


Y de pronto amaneció solo. Eran las 6.35 de la mañana, el sol asomaba perezoso por el horizonte y en un momento sus perspectivas habían dado un giro de 360 grados. Desconcertado, atrapado en una roca a tan solo 30 centímetros de la libertad, sin saber como se había metido en ese brete. Una mala ola lo había varado en una roca, quizás juguetona y sin mala intención, quizás rencorosa lo hizo con inquina y premeditación. Daba igual, ya no tenía remedio. Por su culpa ahora era un charco atrapado en una roca. Y aunque un charco sea por definición una masa de líquido estancado a él no le gustaba ese rol. Prefería formar parte de un todo, de una inmensidad, estar en la compañía de otros charcos hasta llegar a formar juntos un mar e incluso un océano. Tenía debilidad por el Pacífico. Siempre había querido que tiburones, ballenas y rémoras lo surcasen; descubrir si de verdad existían las sirenas y los tritones, y ahora solo podía aspirar a secarse o a cobijar algún cangrejo ermitaño de paso. Posado y tranquilo añoraba el bullicio y jarana de la mar.
Pero no desespera. Esta noche se aliará con la luna para que se esconda y haga crecer la marea, devolviéndolo así con sus hermanos, fundiéndose en un abrazo con el resto de los charcos, y quizás algún día cumplir su sueño y formar parte del Océano Pacífico.

jueves, 6 de agosto de 2009

Yo, como los vampiros, me protejo del sol con unas Ray-ban


Hubo un tiempo en el que las gafas de sol eran un objeto meramente funcional. Un par de lentes ahumadas que protegían las pupilas de las abrasiones solares y de los destellos en carretera.
Pero la evolución las ha convertido en un apéndice a la última moda que forma parte de la anatomía. Un apéndice que nos oculta del mundo, que nos protegen de los demás como un escudo. Una máscara con monturas que esconde nuestra tristeza, nuestras ojeras, nuestras resacas o nuestra confusión. Ojos delatores camuflados por unos cristales tintados que cierran las ventanas del alma, escudriñados detrás de una trinchera de polímeros clásicos, modernos e incluso carnavalescos.
Las gafas de sol protegen los ojos y el alma, y como un blues hacen más llevaderas las depresiones.
Pero sobre todo y lo más importante: permiten mirar con tranquilidad tetas y culos.

sábado, 1 de agosto de 2009

La lírica tristona de un andaluz en el exilio


Sigues estando tan guapa, como si no hubiera pasado el tiempo, como si no pasara nada, después de tanto tiempo te encuentro encantadora, seguro que estás otra vez enamorada. Me gustaría hacer trampas y poder viajar en el tiempo, porque esta vez no se me ocurría dejarte tirada, porque aunque tu no lo sepas te echo tanto de menos que todas las noches te canto con sentimiento una Colombiana.
Constantemente te me apareces por la cabeza y recuerdo como me embobaba con tu mirada, no entiendo como te puedo añorar tanto si antes casi ni me acordaba.
No puedo con la distancia, estar tan lejos me mata de pena y tu no haces nada, supongo que me lo merezco por tenerte abandonada.
En su momento no supe cuidarte, pero no me lo reproches, no lo hacía con maldad, tenía otros problemas y todo no puedo hacerlo, no tengo superpoderes, no soy un tipo con capa.
Pero te confieso que tengo un plan de fuga y algún día volveré a tu cobijo, antes tendrá que pasar un tiempo, pero Dios sabe que regresaré como un buen hijo.
Para mi no verte es el fin del mundo y estar en el exilio es una putada, usaré todas mis fuerzas para volver a tu alcoba, invertiré todo mi tiempo en volver a mi morada, porque aunque ya no estemos juntos quiero que sepas que para mi no hay ninguna como tu, mi querida Granada.

lunes, 27 de julio de 2009

Una distopía apocalíptica como pocas, pero dirigida por Isabel Coixet



Toda mi vida he sido un fan de la ciencia ficción. Desde pequeño, incluso yo diría que desde antes de nacer. Aprendí a leer con la Fundación, me iba a la cama cuando el agente Mulder me lo ordenaba y perdí mi virginidad con la música de Blade Runner. Siempre he sido rarito, y en mi habitación en vez de posters de Samantha Fox tenía a James Cameron, pero es que no lo puedo evitar, disfruto con la posibilidad de la existencia realidades alternativas, los futuros distópicos y sobre todo con los tecnoinventos psicodélicos de los libros. Si de entre todos tuviera que elegir uno sin duda me quedaría con la máquina del tiempo. La usaría para volver al pasado, pero no para visitar a los romanos o los griegos, que para eso ya están los documentales del Canal de Historia, ni tampoco para conocer los resultados deportivos del futuro como Marty Mcfly y apostar sobre seguro. No son riquezas lo que anhelo. Si tuviera una máquina del tiempo sin dudarlo la usaría para volver a la Universidad. Cuanto daño podría hacer si volvería a tener 20 años con lo que se ahora. Fiestas, borracheras, universitarias ebrias…No disfruté de todo eso a su debido tiempo. Y es que aunque parezca mentira no siempre he sido el tipo carismático y con clase que soy ahora. Hubo un tiempo en el que era algo así como un Macario con gafas que vestía con camisetas de equipos de fútbol europeos talla XL. Esto se remonta mis orígenes, situados en un pequeño pueblo de la encantadora pero pobre comarca rural de la Alpujarra, famosa por ser un remanso de paz, sus espectaculares embutidos y el pito tan largo de sus habitantes. Mi infancia se desarrolló entre olivos, aulagas y maltratos a los gatos del barrio, hasta cumplir la ansiada mayoría de edad, y para un tipo al que a finales de los noventa lo más espectacular que le había pasado era la posibilidad de poder sintonizar las cadenas de tv privadas, la independencia y emigrar a una gran ciudad para estudiar suponía un importante salto cualitativo. Digamos que el mundo universitario no era el contexto por el que me solía mover hasta entonces. Es por eso que volvería a la universidad para aprovechar los conocimientos adquiridos con la experiencia, corrigiendo los errores cometidos, desperdiciando el tiempo más de lo que lo hice. Yo sería el que se burlaría de ese profesor con bigote, no el de mi, habría dejado de ir a más clases de las que fui, habría follado más (vale, dejémoslo en que habría follado). Ahora, por entonces, hubiera sabido que cuando esperas a una chica durante 2 horas las posibilidades de que aparezcan son remotas. No hubiera ido todas las noches al Amador por si ella apareciese. Pero sobre todo, hubiera entendido el verdadero significado de las palabras “contigo no, bicho”.
Así que si pudiera aprovechar para mis propios fines el derroche de talento y dinero que alguien con un supercerebro pudiera invertir para lograr un invento tal como la Máquina del Tiempo, capaz de cambiar la historia de la Tierra y el destino de la humanidad, sería para algo tan trivial e innoble como regresar al Campus donde estudié y ser el PUTO AMO.

A quién quiero engañar. Seguiría siendo un pringado.

miércoles, 8 de julio de 2009

Gritos, aspavientos y signos de excitación


La profundidad es algo que si no existiese debería inventarse. Es un delirante intercambio de emociones, un flujo de endorfinas que acampa en el contexto de las cosas y que las dota de interés. Porque las cosas ganan con la profundidad. Que placer disfrutar de una conversación profunda, o de un susurro en la profundidad de la noche. Saltas de alegría cuando sales de la profundidad y ves la luz. Incluso la cocina sin profundidad debería considerarse una burla gastronómica. Pero hay una única profundidad que no me gusta: la de los ojos. Es más, le tengo miedo. Porque desde tiempos inmemoriales la profundidad de los ojos ha sido capaz de lograr hazañas hercúleas, de derribar las torres más altas. Para mi es una fobia incapaz de superar. Y no se debe a que sea un cerdo misógino, sino a la fragilidad de mi cerebro ante una mirada edulcorada. Un condicionador emocional que me espanta. Le temo casi tanto como a las pirañas, ese engendro de la naturaleza que Dios inventó cuanto estaba probando el vino de la última cena. Porque solo ebrio se te puede ocurrir ponerle esos dientes a unos peces. Cuantas pesadillas en las que estoy pescando con mi barca y las pirañas con alas de James Cameron me atacan. Casi tantas como en las que me cruzo con una mirada profunda que no me da tiempo a esquivar.
Y es que pescar y las mujeres comparten una cosa: pescar una pieza y devolverla al mar.

viernes, 3 de julio de 2009

Microrrelatos Vol.III


Me han dicho en multitud de ocasiones que soy un tipo raro.
Lo que no me han dicho nunca es en comparación con quién.

miércoles, 24 de junio de 2009

Se desvelan detalles de una trata tonta que no va a ninguna parte


A veces siento que mi vida es una película. Estoy rodeado de diálogos interminables, sarcasmo continuo y perdedores. Esquema que se repite una y otra vez, como en las cintas de directores que se plagian a si mismos. La primera vez te encanta, la segunda te divierte, la tercera te aburre. Con un guión perfilado se van desarrollando escenas con decorados reutilizados, con un par de desengaños para darle dramatismo e intercalando algunos chistes de pollas, para aderezar la trama. La banda sonora es de un artista de segunda fila, de esos que salen en radio 3 y que van de moderniquis con camisetas de rayas y gafas de pasta. Se repite, y me da miedo. Te acaba hastiando con sus gimoteos de cantautor. Puestos a elegir preferiría protagonizar otra película. Una de las de Michael Bay por ejemplo, con explosiones y artificios. Y con una de esas chicas espectaculares alrededor, que contestan tus SMS y quedan contigo, sin darte falsas esperanzas mientras se ríen con sus amigas de lo pringado que eres ¡Ja! Ciencia ficción. Y como no, seguro que los productores cambian el final, imponiendo uno con boda, amigos satisfechos y langostinos con mayonesa.
Odio los finales felices

domingo, 7 de junio de 2009

domingo, 31 de mayo de 2009

Un banco, un reloj y un elemento casi onírico


De nuevo se retrasaba. No era la primera vez que lo hacía, y a pesar de todo el joven permanecía sentado en un viejo banco mientras la esperaba. Pero ella no aparecía, y aunque ya estaba acostumbrado no conseguía sacudirse de encima la inquietud. Se preguntaba porqué lo hacía y se prometía que no le volvería a pasar. “5 minutos más”, murmullaba mientras de refilón miraba a su derecha, buscándola entre los posibles caminos que ella podía tomar, esperando que apareciese de un momento a otro con su bolso rojo y sonriendo, no dándole importancia a su retraso. La esperaba ansioso, como una guitarra a una melodía, suspirando mientras la luz se volvía más tenue, enumerando las hijas de Nereo para intentar distraerse, mientras los sentimientos se encontraban sin saber que hacer, si quererla u odiarla.
La tarde daba sus estertores finales y desesperado volvía a mirar el reloj una última vez, el cual marcaba de forma lastimera las 10 y 10, aunque a el más bien le pareció que su reloj no marcaba la hora, sino que le dedica una sarcástica y socarrona sonrisa mientras se burlaba de su candidez.

sábado, 16 de mayo de 2009

¿Que hay en la caja?



Las manos quieren atrapar. Costumbre de nuestros antepasados que conservamos como vestigio evolutivo. Todo remanece de cuando atrapábamos peces y perseguíamos pequeños mamíferos. Por eso las manos están inquietas. Por eso hurgo en internet. Por eso escribo. Ayer las entretenía con pintas de distintas tonalidades en bares de la comarca, hoy leo diarios electrónicos bajo una bombilla de 60 ws. Una foto del Presidente circunflejo a la izquierda, gripe puerca a la derecha. Un mismo proceso de lavado y secado. Tanta estupidez me hace pensar que el planeta se haya desalineado, así que dejo de leer. Prefiero escribir. Al blog. Con mi ego.
Empecé el blog porque un amigo me dijo que follaría más, pero puedo asegurar que follo incluso menos. Una falacia. Pero no me sorprende, mi vida se cimenta sobre la mentira: de amor, de odio, de indignación. No soy un adicto a la mentira, sino que me gusta cambiar la verdad. Me obsesiona, y cuando algo me obsesiona soy capaz de cuadrar el círculo. Tan obsesivo que es sospechoso. Tan obsesivo como las canciones que escuchas en la radio y no puedes dejar de tararear. Y esto no es ninguna tontería. Una canción de los Beta Band puede enganchar tanto como la heroína, canturreándolas sin querer en el metro. Adictivo y patético. Solo tan patético como lo es emborracharse un sábado por la noche en casa de tu madre. Hay quien dice que si lo hace es por llevar la contraria. Yo para llevar la contraria prefiero inhalar dióxido de carbono y exhalar oxígeno. Eso aprendí a hacerlo porque a mi novia le fastidiaba. No puedo evitarlo, así funciona mi mente, siempre intentando fastidiar, siempre conspirando, como un humo aplastado agazapado tras una cortina. Y tan terco soy que si se trata de molestar soy capaz de emular el ciclo fotosintético de las plantas aunque mis conocimientos sobre botánica se reduzcan a derivados de la belladona y venenos en general.
Pero no es maldad, son mis manos, que unas veces zalameras y otras traicioneras no se pueden estar quietas tratando de deshacer nudos en la garganta.

jueves, 7 de mayo de 2009

Entra en acción el socorrido recurso del espacio-tiempo


Estoy nervioso como un chiquillo el día de Reyes. Apenas he dormido. Y es que mañana se estrena la nueva película de Star Trek. Una precuela de la saga galáctica dirigida por el creador de “Perdidos”. Un evento que me produce priapismo. No es nada patológico, simplemente son cosas normales en la vida de un friki.
Antes estos compartimientos se ocultaban, pero ya ha llegado la normalización al sector. Hoy ser friki es un valor en alza. Incluso en Zara venden camisetas de superhéroes que los pringaos compran sin saber siquiera que es un “Rondador Nocturno”.
Y es que a pesar de que los frikis llevamos poblando el planeta desde el comienzo de los tiempos hemos vivido entre las sombras, avergonzados de nuestra condición, soportando toda clase de clichés mientas tratábamos de disimular nuestras aficiones.
Hemos soportado etiquetas como la de ser tipos feos, gordos, con barba, albinos y sin novia. Yo apuesto por algún tipo de conspiración judio-masónica-marxista. Hay que decir que esas cosas no son ciertas. Por lo menos lo referente a tener novia. De hecho incluso yo una vez tuve una. Era una chica a la que siempre le habían gustado los tipos normales, hasta que me conoció y se enamoró de mí. Sin embargo la cosa no funcionó. Al principio le costó adaptarse a tener que llamar a los muñequitos “figuras de acción” o a no confundir los planetas de la guerra de las galaxias, pero poco a poco y con voluntad se fue integrando en nuestro particular mundo paralelo (que a su vez forma parte del multiverso). Incluso acabó accediendo a cumplir mis más oscuras perversiones disfrazándose de Elektra, la princesa Leia o Catwoman. Y además de la de Michel Pheiffer, no ese horrible engendro de Pitof.
Eran tiempos en los que pensaba que el amor podía con todo, y en el mayor de mis logros conseguí que viese la saga de “Alien”. Las 4 del tirón. Porque así somos lo frikis, y queremos compartir las maravillas del mundo con nuestros seres queridos. Pero un maratón de babas intergácticas fue demasiado para ella. O eso me dijo, aunque yo sigo echándole la culpa a la actuación de Wynona Ryder.
La chica comenzó a salir con tipos “normales”. Gente vulgar que no hablaban de magia ni superpoderes, y que la llevaban al cine sin disfrazarse para el estreno. Y quizás en algún momento disfrutó, pero al tiempo se dio cuenta que no era lo mismo, y añoraba tener a un friki al que amar. Tenía un hueco en el corazón para un pequeño Mowai, para un Ewok zalamero, para un pikachu al que abrazar. Se atormentó y en los bares ya no le preguntaba a los chicos “¿Estudias o trabajas?”, sino “¿Star Wars o Star Trek?”. Para los cumpleaños regalaba la edición especial de “Posesión Infernal”. Se aprendía los diálogos de Los goonies. Su metal favorito ahora es el adamantium.
Estar con un friki cambió su vida, y se de buena tinta que ahora la pobre muchacha ronda por las Comics Con en busca de un friki al que querer mientras mantiene una perfecta adicción a las drogas blandas.

Adictivo como la póción mágica de Panoramix, adorable como el Gremlin bueno, peligrosos como John Rambo con un mal día. Así es enamorarse de un friki (Aunque no necesariamente en ese orden)

viernes, 24 de abril de 2009

Mi pomo favorito



Mi pomo de la puerta favorito del mundo mundial está en el water para caballeros de un bareto de una calle Granadina, cerca de Puerta Real, lugar donde se localiza el mismísimo epicentro de de la mala follá, que se ubica entre callejuelas custodiado por una farola rota en la esquina.
Parece un pomo cualquiera, y a ojos de cualquiera puede serlo. Redondo, un poco abollado, a la altura de la cintura y ligeramente oxidado en su parte superior. Lo que viene siendo un pomo de puerta de water.
Pero en realidad no es un pomo cualquiera. Es un pomo que contiene magia arcana y que además no cierra bien. Existe la teoría empírica de que si se gira correctamente sin que cruja el afortunado recibirá sexo garantizado con una dama con leotardos esa misma noche. Hecho comprobado y contrastado por numerosos estudiosos que forman parte del colectivo de la parroquia de ese bar. A día de hoy no se conoce si tiene el mismo poder lujurioso entre las usuariaa. Aún se ha dado un caso de mujer que entre en ese antro.
Cuenta una de las leyendas que circulan que ese pomo procede de una puerta de un baño de la casa de Hugh Heffner, y que en una reforma acabó en un contenedor siendo recogido por un gitano chatarrero que pasaba por allí y que tenia familia en el Sacromonte y que al enterarse que el patriarca estaba enfermo agarró la furgoneta con todos sus bártulos y la montó en un barco con el que atravesó el Atlántico hasta llegar al puerto de Motril, y ya en Granada lo perdió en el Clínico mientras estaba acampado, cuando una señora de la limpieza de Valorisa S.A. que estaba a punto de terminar el turno se lo encontró y se lo dio a su marido, que en ese momento estaba montando el bar y que como era tan rácano lo usó en la puerta del aseo. Y yo me lo creo porque es el típico pomo de casa de millonario senil pervertido. Además recuerdo haberlo visto en un episodio de la serie “Mágnum”.
Otro parroquiano asegura que fue forjado con restos de la placenta del hijo nonato de Pamela Anderson por un herrero de Moria feo como un Critter que no conseguía perder la virginidad ni pagando. Esta teoría ya me la creo menos…
Lo que es cierto es que este hecho insólito de la intrahistoria granaína ha permanecido desconocido hasta ahora ya que el fantasma del edificio de la Diputación le robaba todo el protagonismo, pero Iker Jímenez ya se ha hecho eco del caso y lo ha sacado en “Cuarto Milenio” con uno de sus casposas videorecreaciones.
Es más, Michael Moore planea rodar un documental sobre ese pomo con la teoría de que Bush comenzó la guerra de Irak creyendo que Sadam lo había robado.
Le pediré un autógrafo si pasa por allí.

miércoles, 15 de abril de 2009

Encuentro fortuito



Siempre hay un niño malo al que echarle las culpas. Un chivo expiatorio en el que depurar responsabilidades. Un cabeza de turco con el que salvar el ojete. En mi caso se llama “Alicia”, “Alicia en el país de las maravillas”.
Vespertinas ganas de leer la obra de Carroll dirigieron mis pasos a una librería con pinta de fumadero de opio clandestino. Y allí fue donde se desarrollaron los desdichados acontecimientos. Entre la literatura fantástica y novela histórica me encontré con un antiguo amor de Universidad. Una de tantas XX que han pasado por mi vida engrosando el número de tachones en mi agenda de terciopelo, con la sutil diferencia de que esta consiguió marcarme emocionalmente. Eran otros tiempos, y yo joven e inexperto, y cometía estupideces como enamorarme. El encuentro por inesperado me cogió bajo de defensas y con una bolsa de kiwis en la mano, y así entre balbuceos y sonrisas bobas, comenzamos una trivial conversación que acabo en el concierto de una inocente cita para recordar viejos tiempos. Con un abrazo nos despedimos y comencé a notar una serie de respuestas fisiológicas que me eran familiares pero ajenas. Taquicardia, sudoración, aumento de la presión arterial. Me senté a meditarlo seriamente. Pero cuándo conseguí tomar el mando de la situación el mal estaba hecho. Esos recuerdos afectivos que permanecían enterrados en algún lugar del neocórtex habían reaparecido a traición. Sentimientos y sensaciones que creía batidos. Y todo por un encuentro fortuito. Un mundano hecho que constituía el fin de una era. Jamás creí que se me ocurriría volver a hacerlo. No pensé que otra vez me enamoraría…Enamorado y sin mi copia de “Alicia”.
Este encuentro constituía un desastre, no solo porque acababa de un plumazo con toda una escala de valores y sistema de vida, sino que además que clase de ejemplo iba a darle a esa legión de seguidores que veían en mí un icono de la soltería y un modelo de vida hedonista.
Para ellos era un gurú, un guía espiritual al que acudir después de una ruptura o un desengaño. Como un Terminator. No tenía sentimientos, no entendían por qué los humanos lloran. Pero esa maldita niña y sus sonrojadas mejillas tuvieron que reaparecer. Las más perfectas hileras de dientes del globo usadas como arma de destrucción masiva.
No podía hacerle esto a mis hordas de acólitos…
Tras meditar mucho sobre el caso en una cena romántica le hice a la chica una revolucionaria pero refinada propuesta: Llevar la relación de forma clandestina. No era nada descabellado. Los libros de historia estaban llenas de parejas en ese caso: Marilyn y el Presidente Kennedy, Ginebra y Lancelot, Narciso y su reflejo…
Un toque sofisticado con regusto clásico.
Pero por el guantazo que cruzó mi cara deduje que mis elaborados argumentos no acabaron de convencerla. Fue el comienzo del fin, porque me dejó. Y con frente fruncida se fue. Vi la lista completa de películas para superar una ruptura de la revista “Ohlalá”, escuchaba el “Since I told you it´s over” de Stereophonics una y otra vez y lloré durante semanas. Tanto y de tal forma que mis fieles seguidores continuamente me preguntaban.
- ¿Está llorando maestro?
- ¿Por qué llora maestro?

- Snif…uhmmm..pues…snif… porque me he enterado de que Mel Gibson ha rechazado hacer “Arma Letal 5”…

miércoles, 18 de marzo de 2009

Silencio


A veces conoces a una chica maravillosa muy guapa y callada.

Ese mutismo te absorbe, mientras tratas de imaginar que clase de pensamientos atraviesan su mente, especulando con un prodigioso cerebro oculto por su mudez y seducido por ese posible intelecto silente.

Pero al final descubres la verdad. Comprendes que la causa de ese silencio es que la chica es rematadamente idiota, y simplemente no habla porque no tiene nada que decir.

domingo, 8 de marzo de 2009

Suave, suave, su-su-suave



Como buen representante de mi género siempre he tenido el oscuro deseo de protagonizar una película porno. Pero el otro día perdí la ilusión. Un amigo mío me dijo que en las pelis porno no se dan abrazos. Y eso realmente me desmotivó, porque a pesar de mi rudo aspecto soy muy cariñoso. Soy algo así como un oso amoroso con entradas. Y nunca mas apropiado lo de oso, porque mi morfotipo es el de un campo de golf: césped alto por todos sitios menos en un uno, que en mi caso es la coronilla. Este vello, no tan bello, que me envuelve se concentra curiosamente sobre mi ombligo, formando un remolino que actúa como vórtice con campo gravitatorio propio, capaz de atraer las pelusas existentes en 200 kms a la redonda sin distinción de tamaños o formas. De hecho la pelusa más grande que hizo gravitar fué el bigote de un chino con labio leporino que regentaba un bazar en la esquina de mi calle. El problema fue que cuando orbitaba el bigote seguía adherido al señor. El pobre hombre orbitaba sobre mis lorzas, lanzándome lo que parecía ser algún tipo de maldición en mandarín. Me recordaba al malo de Flash Gordon. Aunque eso tampoco en novedad, teniendo en cuenta que todos los chinos me parecen iguales. A todos los comparo con Ming o con Jackie Chan. Que racista. ¿Me pregunto si los chinos pensarán lo mismo de nosotros? Al final, con el movimiento de translación, el agriado chino chocó contra un municipal y consiguió salir de mi orbita, quedando como víctima colateral el bigote. El pobre falleció en el acto. Dramático final. La pérdida de un bigote siempre es una tragedia. Porque para un hombre el bigote es tanto como su hermano. Un signo de hombría indeleble pero afeitable que se ha extinguido como los dinosaurios por culpa del invento ese de la metrosexualidad. Lo deberíamos reivindicar. Me propongo ponerlo de moda de nuevo. Seré el Spielberg del vello facial. Pintaré bigote a los anuncios de las revistas, Chuck Norris volverá a hacer películas, le pondré bigote a Ken y montaré una ONG: “Bigotes sin fronteras”. Será la enésima contrarrevolución cultural. Porque los hay de mil tipos: Dalisiano, fachón, el de Mágnum, el que se junta con las patillas…
Quizás por esto por fín me den el Príncipe de Asturias.

domingo, 22 de febrero de 2009

Be water, my friend



Justo después de tener una demencia existencialista sobre el paso del tiempo llega un colega y te dice “Tio, me voy a Londres a currar”. Y entonces no solo te deja cara de Jim Carrey, sino que derrumba tus teorías y lamentaciones.
-“¿Tu estás seguro? Inglaterra es un sitio raro. Juegan al tenis sobre hierba, comen pastel de riñones y beben cerveza tibia.”
- “Si, estoy seguro”
Y con ojos de hipermétrope te das cuenta de que el rol de psiconalísta argentino llorica que trata de autoconvencerse de ser un peregrino con síndrome de Peter Pan se puede resumir en una sola palabra: cinismo. Siempre me he regodeado en un cinismo molón que ni el House ese del bastón, presumiendo de aversiones y fobias varias, hasta que llega un mamonazo que te devuelve a la realidad de un sopapo y ya no hay DeLorean que valga. Si acaso el Ford Focus con el voy a trabajar. Y es que mi colega demuestra que es un tipo decidido, que no le tiene miedo a humedad ni a los autobuses rojos. Que quiere hacer chilenas a la orilla del Támesis. Y yo aquí más pasado de moda que una Superpop del 86. Pero yo tengo excusa. A mí con la humedad se me riza el pelo.
Siempre pinto mi existencia de fatalista, pero a lo mejor debería pintarla de comodona. ¿Para que molestarme en adaptarme a otra cultura otro clima o a mirar a la derecha para cruzar la calle? Además aprendería inglés y a lo mejor cuando sepa que dicen las canciones que me gustan me parecen un fraude. Pero a mi colega el alma inquieta no le importa todo eso. Está decidido y se va. El canalla no nos ha preguntado, ni tan siquiera ha tenido en cuenta nuestros sentimientos. No se imagina lo complicado que es hoy día encontrar colegas que entiendan chistes sobre congelarse en Carbonita o la presunta homosexualidad de Batman & Robin, y que te presten discos de los Radiohead. Y ya si son buena gente ni te cuento. Que egoísta. Solo piensa en el mismo. Egoísta pero valiente. Valiente por atreverse a realizar sus sueños. Quizás yo también tendría sueños si no estuviera tan ocupado en conspirar contra el sistema. El dice que son ciclos. Pero yo los únicos ciclos de la vida que conozco son los menstruales. Y también me preocupan, sobre todo cuando se alteran.
En el fondo se que no lo puedo culpar, que estaba predestinado. De pequeños, mientras que los demás correteábamos por el patio del colegio haciendo “Ondas Vitales”, el decía que quería ser el quinto Beatle. Y ya de mayores, cuando los demás correteábamos por los bares detrás de las chicas, el seguía diciendo que quería ser el quinto Beatle.
Pero habrá que ver el lado positivo. Según el decálogo del buen cara dura hay que tener amigos en el extranjero a los que gorronearle cobijo y vitualla. Y yo ya hace tiempo que tengo ganas de visitar el cuartel general del MI6.

sábado, 14 de febrero de 2009

El reloj que andaba hacia atrás


El paso del tiempo me preocupa. Pero no es de ahora. Ya desde pequeño he tenido una excéntrica obsesión con el paso del tiempo. Cuando la profesora preguntaba en el parvulario que es lo que queríamos ser de mayor, la sala se llenaba con el estruendo de un puñado de infantes histéricos que vociferaban excitados típicas profesiones: “policía, bombero, enfermera, futbolista, superhéroe”. Yo sin embargo permanecía callado. Absorto en mis pensamientos y con la mirada perdida, visualizando un DeLorean.
-“¿y tu Caronte? ¿No dices nada? ¿Se te ha comido la lengua el gato?”
Ni decía nada, ni se me había comido la lengua el gato. Solo pensaba en que de mayor quería ser como el Dr. Elmer E. Brown. El genio que no le temía al almanaque. Poder sujetar un reloj que se cae. Hacer un parpadeo infinito. Ganarle el pulso a Cronos. Todo era posible para el loco de pelo gris. Pero ni yo tengo el pelo gris, ni tengo un DeLorean, ni me he convertido en el Dr. Elmer E. Brown. Y más de 20 años después sigo sin haber inventado un condensador de fluzo, y lo más cerca que he estado de viajar en el tiempo ha sido en los atascos. Teletransportado por la introspección analítica propiciada por el hastío del confinamiento en un vehículo varado y el flujo de C02 que se desliza por las rendijas del salpicadero. Y es entonces cuando mi cuerpo se queda y mi cabeza se marcha, mientras las leyes del tiempo y el espacio importan un carajo ¡Chúpate esa, Einstein! Pero poco dura. Porque es seguro que un mamón y su bocina te devuelve a la realidad. Máxima universal. Toca esperar. Ya llegará otro atasco para realizar otro lisérgico viaje en el tiempo. Y para eso hemos quedado. Me he convertido en un tipo aburrido que para cumplir su sueño necesita de letales inhalaciones de gas tóxico ensardinado en un utilitario. Antes tenía un sueño, y ahora se está convirtiendo en pesadilla. Lo peor es que me sigue preocupando el tiempo.
Y por mas que lo intento no he sido capaz de hallar el modo. Ni tan siquiera de casualidad o de forma equivocada, y ya me resigno a que si lo hago será de esa manera porque mis pensamientos son rastreros y atropellados, y los caminos que siguen acaban desembocando en un perro que se muerde el rabo o en el acto de la concepción. Mi apatía neuronal me condena a envejecer como todo en mundo.
Y me sigue preocupando el tiempo. Y aquí estoy, con lo más parecido que he conseguido a controlar el tiempo. Acabar como empecé.

viernes, 30 de enero de 2009

Microrrelatos Vol.II


Los hermanos siameses no sabian que compartian el mismo corazón.
Para cuando lo descubrieron, ya era demasiado tarde.
Ella se lo había destrozado.

jueves, 22 de enero de 2009

Todo el mundo miente


Ya lo dijo el médico cojo que todo lo resuelve: Todo el mundo miente. Fea pero curiosa manera de usar la palabra. Algo tan normal como el pelo en las nalgas. Más grandes o más pequeños, pero todo el mundo los tiene. Existe, cohabita, y evolucionó como ese pez que salió del agua. La única duda razonable en cuanto el embuste reside en una cuestión cuantitativa-cualitativa íntimamente ligada al arreglo cromosómico. XY miente más, XX miente mejor. Como no vamos a mentir, si desde bebes convivimos con la calumnia: “Te vamos a vacunar de la polio, pero no te va a doler”. Si hasta Caperucita Roja era de mentira. Patrañas que el subconsciente absorbe y acumula difuminándose como un camaleón en un entorno neuronal, adaptándose al medio en simbiosis y creciendo como un tumor extramoral que continuamente engendra vástagos: mentiras, mentiretas, mentirijillas; con una familia tan vasta como los Austrias. Mi raza preferida de mentira es el cinismo. Embuste pérfido a la par que elegante. El preferido de políticos y gente de estatus ministerial. La mentira tiene las patas muy cortas. Eso dicen. Aunque si puedo elegir las prefiero como las de las modelos de la revistas. Y que no corran mucho, porque me las comería. Aunque eso fuera incurrir en canibalismo. Pero no importa, porque las patas de modelos al igual que las mentiras se reciclan. Se convierten en partículas minimalistas que se transforman y se defecan, para ingresar de nuevo en un juego de intercambio de trolas. Cada uno participa como quiere. Unos escriben libros, otros engañan a su mujer. Los Zidanes y los Alfaros de la ética. El sibarita del engaño las desliza, haciéndolas pasar desapercibidas como un mal actor secundario en una película bélica. A pesar de todo la actitud de la gente ante la mentira suele ser insana, cuando es algo tan natural como un desnudo, algo ante lo que la gente también tiene una actitud insana. Me gusta la mentira y me gusta mentir. Y además lo hago bien.
De hecho, lo hago tan bien que no se cuando miento y cuando digo la verdad

sábado, 10 de enero de 2009

Una de armaduras y otras frustraciones



Por fin se acabó la Navidad. No es que no me guste, es que la odio. Sobredosis de empalaguismo, de buenas voluntades y de hipócritas intenciones. Y por si no le tenía ya suficiente inquina este año se ha incrementado. Y todo por culpa de los Reyes Magos. Esos tres barbudos beodos. Nunca me traen el regalo que les pido. Un año más les pedí una armadura, y un año más que no me la han traído. Desde que era pequeño, año tras año, les pedía sistemáticamente una armadura de caballero, pero ellos año tras año ignoraban mis deseos. Daba igual si me portaba bien o mal, o si no me portaba. Nunca me dejaron debajo del árbol la armadura. Siempre he deseado ponerme una armadura, ir salvando princesas cautivas y desfacer entuertos a lomos de un jamelgo, levantado una espada de recio acero toledano con la que repartir mandobles mientras suena el Carmina Burana. Pero como no tengo la armadura me tengo que conformar con oír el Carmina Burana cuando me llaman al móvil. Cuando daño a mi madurez hizo la película “Excalibur”. Y menos mal me dio por “Excalibur”, y no por “Gremlins”, porque igual ahora andaba loco por un mogwai. Soy consciente de que no todo lo que reluce es oro, es este caso latón, y se las limitaciones que tiene ir por ahí con una armadura. Para empezar, reduciría mis ya lentos movimientos, y me movería a paso de zombi. Pero de un zombi versión Romero, no de ese tipo 28 días después, que corren que se las pelan. Los de esa película tienen una agilidad bárbara. Una enfermedad que ofrece a la víctima cualidades de atleta olímpico. Tal vez estemos hablando del método de dopaje del futuro. Control anti-mordedura de zombi.En este caso la ficción se asemeja a la realidad, y los zombis al igual que los gallitos de gimnasio son portentos físicos pero estúpidos como un lápiz. Aunque en el caso de los zombis se crea una paradoja. Si comen cerebros y de lo que se come se cría ¿Por qué son tan tontos? Si hasta los dinosaurios de Parque Jurásico tramaban planes y abrían puertas…
Hoy a los zombis ya no se les llama zombis, ahora son infectados. Supongo que se deberá a la corrección política y razones de marketing. Para el pobre zombi no es lo mismo la repulsión de ser “un muerto viviente” que el victimismo que transmite al ser “un infectado”. Ese término facilita la normalización del género. Género en descomposición. Yo entre mis amistades cuento con algún “infectado”. En este caso por el virulento bichito del amor. Los síntomas son claros: ralentización de movimientos, babeo incesante y diabetes. De buenas a primeras la gente se vuelve idiota, le da por coleccionar peluches de ojos grandes y se comportan como niños caprichosos. Desconozco como se transmite la epidemia, si por agua, mar o aire, pero me produce pánico la infección. Huyo como un cautivo, miro por las esquinas antes de doblarlas y me vacuno con el fondo de un vaso, pero el otro día un golpe fortuito en la sien con una camarera me dejó confuso. Desde entonces en la sección de discos del Corte Inglés pruebo los compacs de Luis Miguel, el otro día vi una película de Hugh Grant y me afeito antes de ir al bar. Y en el bar, noto que ya no soy el mismo. Cuando me atiende esa chica, produzco una sudoración excesiva, mi corazón se desboca con un movimiento contráctil al galope, algún tipo de parásito estomacal comienza a moverse y noto que se me ha olvidado hablar. Sospecho que he sido contagiado… ¡Maldición! Eso no hubiera pasado si hubiera tenido mi armadura para protegerme.

sábado, 3 de enero de 2009

Propósitos de año nuevo


- dejar de dejar cosas
- construir un robot
- terminar el cubo de rubick
- ir a un estreno disfrazado
- ganar algo
- aprender a fingir
- ver brillar rayos c en la puerta de tanhausser
- montar mi propia religión
- hacerme una cresta
- trabajar de funambulista
- olvidar mi obsesión por las listas
- ver todas las películas de Godzilla. Del tirón
- entrenar para no tener resaca
- follar menos
- adorar el papel milimetrado
- hacer que no me echen de los karaokes
- tener un sueño en flash

- dejar de escribir post estúpidos, como este