miércoles, 18 de marzo de 2009

Silencio


A veces conoces a una chica maravillosa muy guapa y callada.

Ese mutismo te absorbe, mientras tratas de imaginar que clase de pensamientos atraviesan su mente, especulando con un prodigioso cerebro oculto por su mudez y seducido por ese posible intelecto silente.

Pero al final descubres la verdad. Comprendes que la causa de ese silencio es que la chica es rematadamente idiota, y simplemente no habla porque no tiene nada que decir.

domingo, 8 de marzo de 2009

Suave, suave, su-su-suave



Como buen representante de mi género siempre he tenido el oscuro deseo de protagonizar una película porno. Pero el otro día perdí la ilusión. Un amigo mío me dijo que en las pelis porno no se dan abrazos. Y eso realmente me desmotivó, porque a pesar de mi rudo aspecto soy muy cariñoso. Soy algo así como un oso amoroso con entradas. Y nunca mas apropiado lo de oso, porque mi morfotipo es el de un campo de golf: césped alto por todos sitios menos en un uno, que en mi caso es la coronilla. Este vello, no tan bello, que me envuelve se concentra curiosamente sobre mi ombligo, formando un remolino que actúa como vórtice con campo gravitatorio propio, capaz de atraer las pelusas existentes en 200 kms a la redonda sin distinción de tamaños o formas. De hecho la pelusa más grande que hizo gravitar fué el bigote de un chino con labio leporino que regentaba un bazar en la esquina de mi calle. El problema fue que cuando orbitaba el bigote seguía adherido al señor. El pobre hombre orbitaba sobre mis lorzas, lanzándome lo que parecía ser algún tipo de maldición en mandarín. Me recordaba al malo de Flash Gordon. Aunque eso tampoco en novedad, teniendo en cuenta que todos los chinos me parecen iguales. A todos los comparo con Ming o con Jackie Chan. Que racista. ¿Me pregunto si los chinos pensarán lo mismo de nosotros? Al final, con el movimiento de translación, el agriado chino chocó contra un municipal y consiguió salir de mi orbita, quedando como víctima colateral el bigote. El pobre falleció en el acto. Dramático final. La pérdida de un bigote siempre es una tragedia. Porque para un hombre el bigote es tanto como su hermano. Un signo de hombría indeleble pero afeitable que se ha extinguido como los dinosaurios por culpa del invento ese de la metrosexualidad. Lo deberíamos reivindicar. Me propongo ponerlo de moda de nuevo. Seré el Spielberg del vello facial. Pintaré bigote a los anuncios de las revistas, Chuck Norris volverá a hacer películas, le pondré bigote a Ken y montaré una ONG: “Bigotes sin fronteras”. Será la enésima contrarrevolución cultural. Porque los hay de mil tipos: Dalisiano, fachón, el de Mágnum, el que se junta con las patillas…
Quizás por esto por fín me den el Príncipe de Asturias.