viernes, 9 de mayo de 2008

El 1


En la misma puerta del Parque de la Ciencias. Junto a Einstein. Una tarde de primavera.
Ese es el mío. El 1. Inconfundible.
La Cruz de Lagos. Con su camino de piedra, sus cipreses, sus tilos y su pérgola de madreselva. Cuantos paseos a la penumbra.
Ahí sube una chiquilla, corriendo por el Paseo del Violón, detrás de una pelota. Las farolas empiezan a encenderse, las golondrinas a recogerse.
La acera de Darro. Centro neurálgico, pasarela de estío. Paso por la puerta del Corte Inglés. Aquí también hay chiquillas, y no tan chiquillas, vestidas a la moda, como la mismísima Tarasca.
Cogemos para Puerta Real, en la esquina con recogidas, en la farola, el epicentro de la malafollá. Un bocadillo de habas.
A la diestra la plaza del Carmen. Con ese caballo donde antes había una peineta. Vigila los viandantes. Soporta la caló. Mira las hojas acorazonadas que dan sombra a la vejentud.
Justo encima los Reyes Católicos. Abrumados por el bullicio. Recordando cuando éramos la capital del reino. Taciturnos en el gentío, encarados a la Gran Vía, donde pasean las niñas. Bendita primavera que alarga los días y recorta las faldas.
Un semáforo en la puerta de la catedral.
Que cerquita queda calle Elvira, y a la vuelta de la esquina el triunfo. Cuantos litros a la vera de la fuente, mientras el sol dibuja sombra el suelo, mientras acariciamos la tarde, mientras le robábamos al silencio.
Sube para medicina y la avenida de Madrid donde aún la biblioteca biosanitaria desprende olor a exámenes, donde en la puerta quedan las colillas de noctámbulos estudiantes buscando el final de la noche.
Aquí me bajo yo. Ese es el mío. El 1. Inconfundible.

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