lunes, 28 de febrero de 2011

lunes, 14 de febrero de 2011

Desincrónico


Estaba seguro de que ella era la chica perfecta. De belleza poliédrica y rasgos susurrados, como escapada de un poema. Si la viese Afrodita se moriría de la envidia.
Era puntual a su cita matutina, y aunque ella no sabía ni quién era, él la miraba con rubor cada mañana a través del cristal, y allí escondido veía como llegaba temprano,con su camiseta de los Beatles, casi dormida, y se ponía ese delantal blanco inmaculado, que un rato después estaría cubierto de harina y de algún rastro de chocolate resultado de su oficio de pastelera. Oficio que apostaba que seguramente también lo fuese de su padre, porque solo un pastelero podría haber hecho algo tan dulce. Tan dulce como esos pasteles que a primera hora sacaba del horno, con cuidado para no quemarse las manos, finas y estilizadas, que amasan la harina con delicadeza y perfección estética, como si la masa pudiera disfrutar de su tacto, como si le devolviera las caricias. No sabía ni su nombre, pero sabía que eso era amor sincero.
Cada vez que ella se giraba hacía la máquina registradora su melena morena flotaba en el aire como a cámara lenta, como si rodara la escena Guy Ritchie, recreándose en los bucles de sus tirabuzones deslizándose en el aire, con una caída sinuosa y con su propia banda sonora. Siempre se ponía de puntillas cuando daba el cambio, puesto que no era demasiado alta, y sonreía, modelando con su boca un precioso arco que él anhelaba que se formase en vertical en la cama, justo a su lado. Solo pensaba en como hacerla reír, para que así luciese tan hermosos labios. Le volvía tan loco que su cabeza giraba en sentido inverso al de su cerebro.
Deseaba poder escribir “aquí te besé”, “aquí te cogí la mano” o “aquí te acaricié”. Deseaba saber como olía y si tenía cosquillas. Se imaginaba a los dos como un ejemplo de amor. Como los nuevo Romeo y Julieta, como Rick e Ilsa, como Drácula y Elisabeta. Saliendo en los libros de texto e inspirando canciones pop.
Al caer la tarde ella salía de la tienda y volvía a casa con una hogaza de pan bajo el brazo y con su corazón desdichado en el bolso, y ya solo podría imaginarla hasta que a la mañana siguiente volviese otra vez.

Y quizás su amor no fuese tan distinto del de ellos, pues él estaba completamente enamorado, pero no recordaba que aún seguía muerto.

lunes, 7 de febrero de 2011

¿Me estás llamando gallina?


Anoche me llamó Ridley Scott. Quiere que le ayude con su nueva película, que después del mojón que significó Robin Hood cada vez le queda menos crédito en la industria. Dice que está acojonado, porque la Fox quiere que haga una precuela de Alien y no sabe como meterle mano. Yo le he dado largas. Le he mentido diciéndole que ahora no puedo, que estoy trabajando con Isabel Coixet en un proyecto titulado “La vida secreta de las gallinas”, pero la realidad es que no sabría como ayudarle, ya que tengo poca experiencia en cosas que anidan en tu pecho y crecen rompiéndote el esternón: solo me he enamorado un par de veces.
Aunque a priori el proyecto de Isabel pareciese estúpido yo lo acepté rápidamente por su perturbador trasfondo empático. No puedo dejar de sentirme identificado con las gallinas. No por mi condición de ave doméstica, si no por mi adorable cobardía. Un día alguien en algún sitio tuvo la lucidez de sinonimar gallina y cobardía, hoy yo me comparo con un plumífero. De pequeño me daban miedo muchas cosas: el agua, los payasos, los gremlins, la oscuridad…. De adulto me dan miedo aún más cosas: las marionetas, los niños, las hipotecas, los dentistas, el compromiso, los embarazos no deseados…Todas las noches escribo una carta que cuando llega el amanecer borro. No soy capaz de terminarla porque me da miedo despedirme. Cuando me toca decir adiós meto la cabeza debajo de la alfombra. Una vez la olvidé allí durante 27 días. Allí además de colillas, cinco céntimos y polvo encontré mi felicidad, pero la dejé allí. La felicidad está sobrevalorada. Hay quien me acusa de anhedónico. Yo me río, como si eso fuera algo malo. La última persona que me acusó de ello fue una escritora con la que me lié. Se dedicaba al ensayo con parches de ficción. Aquello estaba destinado a no funcionar. Todo lo llenaba de artificios y adornaba la verdad mejor que yo, además, defendía la complejidad a toda costa. Para todo usaba adjetivos rebuscados, hasta cuando follábamos. Ella hizo que me diesen miedo las escritoras, pero eso ya lo he superado. Dejaron de interesarme las mujeres a los 83.
Yo creo que hay más cosas que me dan miedo que cosas que no. Me da miedo hasta terminar, por eso esta entrada no tiene punto final

miércoles, 2 de febrero de 2011

Día de la marmota


Feliz día de la marmota for everyone.
Phil dice que de primavera adelantada ni mijita.