domingo, 13 de julio de 2008

Puestos a comparar


Las relaciones son como la película “Cube”.
Si lectores,esa película de terror canadiense en la que una serie de individuos aparecen encerrados en una habitación cúbica sin saber como, y donde para salir deben pasar a nuevas habitaciones que encierran mortales trampas, siendo cada una más peligrosa y tétrica que la inmediatamente anterior. Pues en las relaciones ocurre igual. Uno aparece en ellas sin saber como, sin darse cuenta, así de sopetón, como en el famoso cubo, sin darte tiempo a razonar como ha llegado a ocurrir eso, e intentando asumir porqué te ha tocado a ti. La conmoción del momento vuelve la reflexión tosca e inerte.
Uno se acuesta una noche libre, como la canción de Nino Bravo, creyendo que todo es fornicio y pitanza, y horas después la tragedia ha ocurrido. Se amanece atrapado entre las 4 paredes de la vida en pareja, encadenado al mástil del barco del amor, absorto y con una desorientación de proporciones cúbicas. Por más que uno quiera, esa hombría con la que se entra en el cubo, perdón, en la relación, se va diluyendo poco a poco en una mar de concesiones, y cuando te quieres dar cuenta, además de un catálogo de fluidos, compartes el coche (si ese mismo que no dejas conducir a tu mejor amigo), los absolutamente incompartibles bollitos de la pantera rosa y el rincón para el estacionamiento de tu cepillo de dientes junto al secador del pelo.
Los personajes de la película tenían una vida anodina y aburrida, pero no la echaron de menos hasta estar dentro del cubo. En una relación pasa igual. No echas de menos tu libertad hasta que la pierdes, hasta que la claustrofobia encoge la habitación, hasta que no haces más que corretear entre las cuatro esquinas. Y no sabes como, cuando, ni por qué, pero ha ocurrido, estás dentro. Y no te atreves a recular. Y el problema no es solo ese. El problema es que hagas lo hagas estás condenado. Tanto si intentas salir, como si quieres avanzar, cada puerta es un enigma, y detrás no sabes que te encontrarás. Temes porque sabes que detrás del pomo puede haber una sierra que te corte la cabeza…o algo peor. Quién sabe si detrás de la próxima se esconderá un profesor Moriarty con bata y rulos. Son continuas las trampas de las que con ingenio y pericia te puedes intentar zafar, pero ¡Ay si crees que te puedes tumbar al sol tranquilamente mientras escuchas a los Creedance clearwater revival! Estás perdido si piensas que puedes apontocarte cómodamente en una sala. Tanto en la relación como en la película hay un tiempo prudencial de estancia en el habitáculo que no debes dejar agotar para cambiar de habitación bajo ningún concepto, porque nada bueno puede pasar si no avanzas. Si te confías y relajas un ente ectoplásmico habrá acabado contigo antes de que te des cuenta. El tiempo corre en tu contra. Y cuando menos te lo esperes el cubo girará, y cambiará su posición, y lo que ibas a hacer bien estará mal, y te desconcertará, y ya no sabrás que hacer. Y si al final, tras ir de una sala a otra, escapar de mil fechorías, de intentar conservar intactos todos tus apéndices, te encuentras con la última puerta. ¿Qué encontraras? ¿La libertad? ¿La sala azul? ¿La felicidad? ¿Otro cubo? ¿Un plato de puchero de hinojos? Muchos son los llamados, poco los elegidos, y el camino un laberinto que cambia la geometría de la matemática por las ecuaciones y aritmética del amor. Ambas, película y realidad, tan solo se diferencian en un verbo copulativo. En “Cube” están inconscientes. En una relación eres un inconsciente.

Y por si alguien lo dudaba, tanto la película como las relaciones tienen su innecesaria secuela.

3 comentarios:

tequila dijo...

jajaja ésta me la apunto, no se me había ocurrido compararlo con esa película pero aciertas...
respecto a lo de "la pantera rosa" no es problema de relacción , si no de adicción, la que provocan, vamos que nadie se puede resistir

Un beso

wella dijo...

Jo he de dir que, encara q m'ha agradat molt el text, crec q el problema està en que els protagonistes d'eixa pel.lícula que no he vist i d'eixa realitat que sí he viscut no saben apreciar la llibertat que et donen algunes relacions. Perquè jo volar, lo que tota la vida s'ha dit volar, això d'alçar els peus del terra i estendre els braços per a planejar la vall sense red, soles ho he pogut fer amb la llibertat d'una relació.

En fin.

Argeseth dijo...

Pues concuerdo con tequila, esta comparación ha sido realmente buena y me he reído bastante.
Saludos.