martes, 22 de diciembre de 2009

El del árbol de Navidad


El era un abeto más, uno entre tantos dentro del inmenso bosque. Feliz en el monte y de temprana edad, quizás algo acomplejado por su estatura todavía escasa si la comparamos con la de sus decenarios hermanos, pero más verde y frondoso que la mayoría. Sus primeras piñas comenzaban a brotar en las hojas dando fe de su madurez, mientras estas enseñaban tímidos piñones que pronto volarán a tierras extrañas. De cuando en cuando algún despistado pájaro lo examina, decidiendo si anidar allí o elegirlo como su catre esa noche, pero hoy todos vuelan espantados. Un leñador camina por allí. Protegido del helor con su camisa a cuadros y su gorro de lana, aparta las ramas a su paso indeciso con una brillante y afilada hacha, mirando a los lados, eligiendo su víctima con pausa, hasta que se planta delante de él. Se creía a salvo entre la multitud, protegido por su inmadurez, pasando desapercibo entre gigantes de madera, pero es precisamente su pequeña pero recia constitución la que lo han condenado. Dos certeros hachazos bastaron para hacerlo caer. Perplejo se ve arrastrado por la nieve hasta la baca de un todoterreno embarrado, donde es sujetado con firmes cintas que parten sus ramas más frágiles, mientras mira incrédulo como se va alejando bruscamente del pinar. En su nuevo destino es zarandeado y colocado en un macetero sujetado con piedras, que como él han sido arracadas de su hogar en la playa, hasta que sin darse cuenta acaba en la esquina de una sala de estar, engalanado hasta la copa con bolas, guirnaldas y figuritas, rodeado de regalos con envoltorios y lazos de todo tipo de tamaños y colores, con niñas en pijama correteando alrededor y un perro que trata de orinarse en él. Jamás había estado tan elegante y luminoso. Una felicidad enfermiza. La estampa era realmente linda, pero no dejaba de ser una belleza mortal como la de la milla verde. Su porte era majestuoso pero comenzaba a ser consciente de que su reinado sería tan efímero como el de Luis Felipe I. Concretamente de 14 días. Los 14 días que dura la Navidad. Los 14 días que lo separan de un contenedor.

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