martes, 17 de noviembre de 2009

Chupacabras


El pasado domingo disfrutaba de un exceso de zumo de cebada en el sofá de mi casa. En posición horizontal apuraba los últimos coletazos del fin de semana mientras veía a Iker Jiménez en Cuarto Milenio. El programa de esa noche trataba sobre la mitología Ibérica. Todo un especial dedicado a Meigas, Faunos, Trasgos y Hadas made in Spain. Un repertorio de fábulas y bichos fantásticos que no despertaba en mí el más mínimo interés, y que solo continuaba en pantalla debido a que mi sillón había devorado el mando a distancia. Indiferencia televisiva y desinterés neuronal que no producían en mi estímulo alguno, hasta que el paranormal presentador comenzó a hablar sobre una criatura legendaria cuyo nombre casi no recordaba: El chupacabras.
Iker la describío como una criatura a veces reptiliana y a veces mamífera que ataca al ganado, presentado el cadáver una solo herida y ni una gota de sangre en su interior. Hizo hincapié en su origen sudamericano, pero relataba la aparición de multitud de casos en nuestros país a mediados de los noventa. Se especulaba en como esta criatura podría haber cruzado el Atlántico. A mi eso no me parecía tan extraño, la política Low Cost ha abierto fronteras. Volver a escuchar ese nombre me retorció el espinazo súbitamente. Debatían sobre su origen. Si ser mitológico, vestigio evolutivo o algún tipo de mutante que no había pasado por la escuela de jóvenes talentos de Charles Xavier. Pero ni Iker, ni su mujer, ni ninguno de sus colaboradores sacados de una película de Jaimito conocían la aterradora verdad. En realidad el Chupacabras es una de mis exnovias.
Se trata de una mujer despechada. Una chica a la que abandoné y que fue no capaz de asumir la ruptura. Resentida con mi género cayó víctima de la locura y huyó hacia el monte, donde comenzó a tomarla con machos cabrios, supongo que por eso de ser yo un cabrón.
Reconozco que cuando conocía la noticia no me sorprendió en absoluto. Ella siempre había sido una chica muy rural. Agreste diría yo. Le encantaba el senderismo y recoger setas. Y eso de chupar sangre ya me lo hacía a mi. Además, por si me quedaban dudas la reconocí en una de esas fotos borrosas que circulan por internet (la chica era maja pero el gasto en toallitas desmaquilladoras desorbitado). Se positivamente que vosotros lectores (si, los dos) me estáis juzgando por traumarla y convertirla en un personaje del imaginario colectivo. No era mi intención. Y el caso es que la chica en si no era mala, incluso como concepto era agradable a pesar de las taras cognitivas, pero era mi Auschwitz particular. La moza estaba afectando a mi higiene mental, y hablando de higienes mentales la mía siempre está primero, así que mis opciones se limitaban a dejarla o a conseguir la congelación espontánea. Dejarla requería menos concentración. Así lo hice, aunque desde la perspectiva del tiempo quizás un mensaje en el contestador no fuera la elección más acertada.
Se que el gesto fue mezquino y no me honra, y lo mejor no alcanzó la inmortalidad efímera con un libro edición de bolsillo, pero por lo menos he contribuido activamente a engrosar el bestiario fantástico de nuestro país.

2 comentarios:

tequila dijo...

jejeje.... es usted Genial!! Caronte.
Como miembro activo al que hace referencia(lectores que le siguen), le diré que para nada me dio por juzgarle o cuestionar sus declaraciones sobre su ex; es más; y por aquello de contribuir a la ciencia y a su post; por mi tierra vaga un familiar masculino de la susodicha (lo supe en cuanto vi la foto).
Besos

Sulfamidas Smith dijo...

Mi contrinución no acaba aquí. Algún día contaré la verdad sobre las caras de Bélmez.