miércoles, 14 de julio de 2010

Pienso en el tamaño de tus pechos a todas horas.


No dejaba de mirarlos. Los seguía arriba y abajo con su suave vaivén, babeando sobre su camisa de forma intermitente. Era una pobre criatura que miraba fijamente unos pechos. Pero que pechos…, voluptuosos y turgentes, lo más bello que un sujetador puede esconder. Daban ganas de perderse en ellos. Los hombres anhelan la excelsa prominencia debajo de la blusa, pero digamos que esa mujer no habría podido manejar con destreza un arco en la edad media. Una agradable conformación en el tórax femenino que alcanza la perfección matemática de sus curvas. Ecuaciones, diagramas e integrales que desafían la Ley de la Gravedad.
El sol penetra entre los huecos de las persianas, marcando al contraluz su curvilínea figura, magnificando el ejemplar trabajo del Todopoderoso. Se pregunta si hoy podrá morderle los pezones. Erectos y con una areola edulcorada, insinuados por un escote descarado. Binomio divino convertido en pecaminosa obsesión.

Ella tenía unos pechos carnosos, naturales y golosos.
Él 5 meses y un hambre atroz.

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