viernes, 15 de abril de 2011

Pepe Frankenstein, el moderno (y sátiro) Prometeo.


Era frecuente encontrarlo por ese tipo de sitios; burdeles, bares,clubes de alterne... Eso no se debía a su condición de pervertido, si no a que formaba parte de su trabajo, y aunque en la mayoría de las ocasiones era en locales nocturnos donde se dejaba ver, había veces en en las que se le podía encontrar en bibliotecas y recitales.
Estas visitas a tan heterogéneos lugares obedecía a un singular objetivo: encontrar las mejores partes de una mujer. Una cosecha con los rasgos más delicados y las piezas de mejor calidad de los más codiciados ejemplares femeninos cuyo propósito era el de construir la mujer perfecta. Un trabajo que no parece tan extravagante cuando tu apellido es Frankenstein y desciendes directamente de la estirpe del celebérrimo profesor.Una viciosa variante del moderno Prometeo varias generaciones posterior.
Un corrompido demiurgo que termina las jornadas en su laboratorio clandestino, contando con los mejores materiales y la técnica adecuada, jugando con una colección de los mejores atributos y cerebros privilegiados, usando la ciencia con frívolas intenciones.
El resultado invariablemente era exitoso. De nuevo una mujer 10, un espécimen perfecto, un sueño para cualquier mortal, pero como en anteriores ocasiones el ejemplar acabó desechado, arrojado al contenedor de residuos orgánicos junto a la docena anterior. No conseguía dar con la mujer perfecta a pesar de sus esfuerzos,ningún resultado colmaba sus expectativas. Estaba comenzando a pensar que quizás el problema no fuera de las mujeres, si no suyo.

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