sábado, 9 de octubre de 2010

Alerta de Spoiler: Al final de esta historia acabo naciendo


Todas las cosas tienen un comienzo, y el mío fue hace cada vez más años en la tierra de Lorca, Francisco Ayala y la mala follá.
Yo nací muy pequeño del vientre de mi madre, siguiendo la costumbre de los miembros de mi familia, y aunque los embarazos normalmente duran nueve meses el mío duró once. Estaba realmente agustito y no me apetecía salir. Siempre he sido un tipo reposado, que le voy a hacer. Y aunque los niños suelen nacer con un pan debajo del brazo yo vine con una hoja de reclamaciones.
Además de nacer pequeño ya nací con barba, algo que pareció desconcertar a los presentes en el alumbramiento que no dejaban de tomarme fotos con cara de asombro, cuando el asombrado debía de ser yo, que cuando más cómodo estaba flotando en el líquido amniótico se hizo una luz y un grupo de señores vestidos de verde con mascarillas se empeñaron en sacarme del útero a la fuerza. Ellos tiraban de mí y yo volvía hacia dentro. Aquello fue un desalojo en toda regla. Me decían que lo estaba haciendo mal, pero claro, yo que sabía si era la primera vez que nacía. Creo que se molestaron porque al salir se ensañaron conmigo y se emplearon con violencia. Me golpearon en el trasero y me cortaron el cordón umbilical que nunca más me volvió a crecer. Yo pensaba que se trataba de la Guardia Civil que me multaban por exceso de velocidad en el nacimiento. Años más tarde me enteré de que eran médicos y enfermeras, que no te multan pero que se empeñan en quitarte de todo lo que gusta.
Una vez que ya estaba fuera mi madre no quedó totalmente satisfecha con el resultado, así que intentó meterme dentro otra vez. El médico la disuadió de hacerlo. Días más tarde me encontró la señora de la limpieza debajo de un armario. Ella asegura que fue un despiste, pero yo no la culpo, hacerse cargo de un niño que nada más nacer te pide para su cumpleaños un agujero negro no debe ser grato. Cuando nací lo hice desnudo y con un superpoder: el de no elegir nunca la cola rápida en un supermercado.
Fuera del hospital mis padres me llevaron a su casa, que era casi tan húmeda y calentita como el vientre materno pero con menos vistas a la calle, y allí me dieron un nombre y un alma, que creo que venía defectuosa porque a veces tengo que resetearla.
Con el tiempo crecí, mi barba creció, seguí eligiendo la cola lenta en el supermercado y decidí que lo mío era ser aspirante a Crápula, pero eso ya es harina de otro costal.

3 comentarios:

Ladril dijo...

No me suenas de nada, pero sé que yo a tí sí xDD

Sulfamidas Smith dijo...

¿Compartimos psicoanalista tal vez?

Ladril dijo...

http://sulfamidas.blogspot.com/2009/05/un-banco-un-reloj-y-un-elemento-casi.html