sábado, 23 de junio de 2007

PIEDRAS



Es altamente desconocida la inmensa soledad en la que viven las piedras de playa, esos guijarros comunes con los que convivimos y pisamos, que convierten las playas en puzzles medio hacer. Hacinadas unas sobre otras, de forma gregaria pero aisladas en su propia comprensión, viendo pasar las horas, inmutables, inadvertidas ante los ojos poco entrenados mantienen su pasividad de forma silente en un ritual de prudencia y misterio, mientras esperan en calma que alguien llegue y elija la más apropiada de entre la multitud, para cumplir el único objetivo de la vida de anacoreta a la que se entregan estos seres: ser lanzados sobre el agua, intentando conseguir el mayor número de rebotes posibles.

Cuando este codiciado momento llega, el resto mira con estupor como la avezada mano elige la mejor dotada, la más llamativa o simplemente decide el azar. Con un elegante gesto la afortunada se eleva para luego volver a bajar, surcando el aire urgentemente, hasta que impacta sobre el agua una, dos o incluso tres veces, convirtiendo este micro momento en el súmmun de su anodina existencia. Acabado este ceremonioso instante solo queda esperar, manteniendo el voto de silencio adquirido desde que la erosión decidió convertir la roca en piedra, conviviendo en su solitaria compañía, sobreviviendo a las estaciones.

No hay comentarios: