
Esta mañana me he despertado con resaca.
Resaca producto de la demoníaca combinación de cebada y malta. ¿Como es posible que un inocente cocktail de cereales cause tal desastre en un organismo?
En este estado semivegetativo, causado por la masiva ingesta de alcohol de anoche, mis neuronas comenzaron un trabajo por cuenta propia de recopilación y análisis existencial en términos Freudianos, llegando a innecesarias y estúpidas conclusiones. Esta resaca me ha hecho ver que me estoy haciendo viejo.
Es curioso que el rutinario ritmo diario de mi perezosa vida no me haya dejado ser consciente de semejante obviedad, y que haya tenido que ser una maldita resaca dominical la que me haya abierto los ojos a traición. Y todo se debe a que hasta esta mañana no me había dado cuenta de la relación directa existente entre el envejecimiento y el etilismo, reflejada principalmente en la disminución de la cantidad y calidad de mis resacas. Unas copas y a la mañana siguiente te sientes tan añoso como las maquetas de Ray Harryhausen....
La relación entre el alcohol y este declive puede parecer rebuscada, pero es perfectamente explicable con breves ejemplos.
Ejemplo 1. No hace mucho la asiduidad de mis citas con la barra era mucho mas habitual que ahora, incluso frecuente, sin embargo hoy día dos borracheras consecutivas se ha convertido en una quimera. Mi organismo me ha traicionado y carece de su antigua capacidad de gestión y recuperación, alargando las resacas agónicamente en el espacio y en el tiempo.
Ejemplo 2. Hubo un tiempo en el que las jumeras eran todo un acto de práctica e integración en la sociedad. Desgraciadamente en la actualidad el desarrollo de la ebriedad suele producirse en singular, hecho achacable mayormente a las responsabilidades adquiridas por mis antiguos socios de juma y por la falta de las mismas por mi parte.
Ejemplo 3. Antaño el ritual etílico solía comenzar de madrugada y prolongarse hasta horas intempestivas, incluido el alba, culminándose con los tradicionales “churros” en un banco de la plaza del pueblo. Hoy sin embargo, mis ingestas de alcohol suelen comenzar con el telediario de Matías Prats y terminar con “el larguero”. Así de breves y patéticas. Además esos churros matutinos acabarían deslizándose por mis arterias como una silente bomba de colesterol esperando el momento adecuado para estallar, lo que es a todas luces contraproducente.
Conclusión. Me hago viejo.
Y no se que parte de mi vida es mas triste, si el hecho de no haber aceptado el inexorable paso del tiempo, o que me de cuenta de ello mientras divago durante un domingo de resaca.